En un pueblecito de las montañas de Judá, cerca de Jerusalén, vivía un sacerdote judío llamado Zacarías junto a su esposa Isabel. Zacarías e Isabel eran muy mayores y no tenían hijos.
Un día, mientras Zacarías oraba en el templo para pedir a Dios que pronto llegara el Mesías Salvador que había prometido, un ángel se le presentó y le dijo:
-Dios ha escuchado tus plegarias. Pronto tendrás un hijo, al que llamarás Juan. Él será el que preparará el camino del Mesías.
-No es posible -protestó Zacarías-. Mi esposa es muy mayor para tener un hijo.
-Todo lo que he prometido llegará a su debido tiempo. Pero como has dudado de la palabra de Dios te quedarás mudo hasta que se cumpla esta promesa -dijo el ángel.
Tal y como había prometido el ángel, Isabel concibió un hijo al poco tiempo y Zacarías se quedó sin habla.
Seis meses después otro ángel visitó a la joven muchacha de Narazet llamada María, prima de Isabel. La joven estaba prometida a un hombre llamado José, con el que pronto se casaría.
El ángel visitó a María en su casa mientras ella oraba.
-Salve, llena de gracia. El Señor es contigo.
María no podía creer lo que veía: un ángel enviado del cielo visitándola en su propia casa. Tras el saludo, el ángel continuó diciendo:
-Tú has encontrado gracia ante Dios. Concebirás y darás a un hijo, al que pondrás por nombre Jesús.
María, que era virgen y jamás había estado con ningún hombre, a la espera de casarse con José, preguntó al ángel cómo era eso posible. El ángel contestó:
-El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo Niño que nacerá será llamado Hijo de Dios.
María aceptó de buen grado, a pesar de las posibles consecuencias de quedarse embarazada antes de sus esponsales.
Pero José, que recibió la noticia en un sueño, aceptó con cariño a María como su mujer, a pesar de estar ella encinta.
María también supo por el ángel que su prima Isabel esperaba un hijo. Muy ilusionada por la noticia fue a visitarla. Ambas se abrazaron y el hijo de Isabel saltó de alegría en el vientre de su madre, comprendiendo así ella el misterio que había hecho de su joven prima la Madre del Señor.