En vísperas de Halloween todos los kioskos y tiendas del mundo llenan sus almacenes para surtir de caramelos la fiesta. Porque no hay Halloween que se precie sin caramelos y eso todo el mundo lo sabe.
Pero hubo una vez, hace mucho tiempo, que desaparecieron los caramelos. Nadie sabe cómo ni por qué los fabricantes de chuches se tomaron unas vacaciones, todos a la vez, y dejaron el planeta sin caramelos.
Faltaban cuatro días para la fiesta, y nadie sabía qué hacer. Los pocos caramelos que aún podían encontrarse se vendían a precios desorbitados, y quienes los compraban los volvían a vender todavía más caros.
Esto, queridos niños, es lo que se llama especulación, y es lo que da lugar a las crisis mundiales de las que tanto se quejan los adultos. En esta ocasión, la crisis era halloweeniana. Y si alguien no hacía algo las consecuencias serían terribles. La fiesta de Halloween sería cancelada. De modo que todos los países decidieron celebrar una cumbre mundial para zanjar el asunto.
Mientras tanto, unos niños que jugaban en un parque hablaban entre ellos.
- No pasa nada si no hay caramelos. A mí lo que me divierte es disfrazarme. Yo me conformaría con cualquier tipo de dulce -dijo una niña llamada María.
- Pues a mí no me importa que quedarme sin nada -contó un niño que se llamaba Pedro-. El año pasado fui a visitar a una anciana que vive a las afueras y me dijo que no podía darme nada, porque era muy pobre y no podía permitirse comprar chuches ni dulces. Yo le dije que me conformaba con un caramelo de mentira. Me dio un beso en la frente tan dulce que todavía me acuerdo.
- ¡Qué buena idea! -exclamó una niña llamada Rebeca-. Este año podemos cambiar la frase "truco o trato" por "beso o trato".
- ¡Bien! -gritaron todos los niños del parque.
Un periodista que andaba por allí buscando noticias sobre Halloween escuchó la conversación de los niños y la publicó en su periódico. Al día siguiente todo el mundo estaba hablando de ello, y los políticos que estaban reunidos decidieron finalmente no cancelar la fiesta.
Y así fue como todas las fiestas de Halloween del mundo se llenaron de amor y buenos deseos.
Con el tiempo se corrió la voz de que la anciana que había dado un beso en vez de un caramelo a Pedro era en realidad un hada disfrazada. Pero eso solo era un rumor. La verdad, nunca se supo.