Era verano cuando presentó la máquina Comidimux 3000. Cuando mi padre, mi hermana y yo llegamos al auditorio y ya casi no quedaban sitios libres. Nos sentamos en una de las filas del final y nos dispusimos a ver y escuchar con atención.
En el periódico local habían dicho que la Comidimux 3000 era la máquina del futuro, porque iba a ayudar a las familias a organizar su vida mejor. "Con ella ya nadie perdería su tiempo cocinando", decían. Aunque yo nunca había cocinado así que tampoco entendía muy bien de qué ventajas hablaban.
Cuando apagaron las luces se hizo un silencio en la sala tremendo. Todos teníamos los ojos como platos y la boca no menos abierta. Sobre el escenario apareció un señor de bata blanca con pelos de loco y cara de profesor de ciencias.
Siempre me habían gustado mucho los libros de ciencias y, en mi cabeza, los investigadores eran tal y como era aquel señor que tenía ahora delante de mí. El científico en cuestión, que se llamaba Avelino, salió empujando un carrito en el que había algo extraño tapado con una sábana. "Qué tonto soy, es la Comidimux 3000", pensé.
En cuando se encendieron las luces del escenario, el científico Avelino tiró de la sábana y descubrió la máquina que todo el mundo llevaba meses esperando. Era dorada y en forma de sandwichera. O al menos eso fue lo que mí me pareció, una sandwichera gigante.
Pero en cuando la puso en funcionamiento, todo cambió. La programó para que hiciese unas lentejas con verduras y en dos segundos en plato estaba encima de la mesa.
- Pero, ¿de dónde saca los ingredientes?- le pregunté intrigado a mi padre.
- Ese es el secreto de la Comidimux 3000, que no necesita ingredientes ni cocineros - me respondió sin dejar de quitar la vista del escenario.
Después de las lentejas, Avelino programó la máquina para que preparase una macedonia de frutas y después una taza de café.
- Ya lo ven, queridos ciudadanos, un menú completo y nutritivo en menos de cinco minutos- dijo sintiéndose orgulloso de su invento.
La gente se volvió loca y en poco tiempo todo el mundo tenía una Comidimux 3000 en su casa. Bueno en casa y en los restaurantes, los colegios y todos los sitios. Y eso trajo consigo una serie de inconvenientes con los que su inventor no contaba.
C
omo la Comidimux 3000 no necesitaba ni cocineros ni tampoco ingredientes los cocineros y los agricultores se quedaron sin trabajo. Además, por si esto no fuese suficiente problema, la Comidimux no era capaz de preparar comida sana, y esto hizo que muchas personas cayeran enfermas por su culpa.
Asustado por las consecuencias de su propio invento, Avelino convocó a todo el mundo en el mismo auditorio en el que tiempo atrás había presentado su gran invención:
- Estimado público, os he convocado aquí para anunciaros que no voy a volver a fabricar ni una sola Comidimux más.
- ¡Ohh! - gritó el público asustado.
- Es la mejor solución. No puedo consentir que por su culpa haya cada vez más gente sin trabajo y enferma. Deberéis volver a cocinar de la manera tradicional.
Al principio a todo el mundo le pareció un verdadero fastidio que ya no se fuesen a vender más Comidimux 3000, pero poco a poco la gente se dio cuenta que era mejor así y la gente se fue olvidando de aquella máquina de nombre extraño. En cuanto a Avelino, aunque dejó de ganar tanto dinero se sintió muy satisfecho de haber hecho lo que consideró que era lo más correcto.