Carlota era una niña muy cariñosa, pero también muy traviesa. Sólo tenía tres años, pero era un auténtico terremoto. Cada vez que hacía alguna travesura -y esto ocurría varias veces al día- su madre le reñía. Pero Carlota ponía cara de buena y le decía:
Mamá, ¿cuáto me queres?. La mamá de Carlota no se resistía y le decía: "Te quiero mucho, hija". Al fin y al cabo era la verdad, y le encantaba la forma dulce y cariñosa en la que su hija le respondía:
Yo tambén te quero, mami.
Pero un día Carlota hizo una trastada tan grande que su madre se negó a decirle lo que le pedía la niña. Es más, llevada por la ira le dijo:
- ¡No te quiero! ¡Eres muy mala!
Carlota se quedó paralizada. Cuando reaccionó se echó a llorar y se fue corriendo a esconderse debajo de la cama. Y allí se quedó todo el día.
Al día siguiente hizo una travesura todavía más grande y, cuando terminó, fue a ver a su madre y le dijo gritando:
-
¿Zabes qué? ¡Qué yo tapoco te quero!A la mamá de Carlota esto le dolió en el alma y recogió lo que había hecho la niña sin decir nada, muy apenada.
Durante varios días, Carlota estuvo haciendo travesuras y gritando a su mamá que no la quería. Su madre estaba muy triste, y no sabía qué hacer.
Un día, la mamá de Carlota se levantó decidida a poner fin a aquello, aunque no sabía muy bien cómo. No le dio tiempo a pensarlo, porque esa mañana Carlota se había levantado antes para liar una buena. Pero su mamá la pilló en plena faena.
Así que, dirigiéndose a la niña, le dijo:
- Carlota, te quiero mucho.
Carlota se quedó mirando a su madre y se tiró a sus brazos para decirle:
-
Mamá, yo tambén te quero bucho.
Sin saberlo, la mamá de Carlota había encontrado las palabras que lograban que la niña dejara de portarse mal. Y le preguntó:
- ¿Qué tengo que hacer para que seas buena, Carlota?
-
Zolo dime que me queres - respondió la pequeña