Hubo una vez una bella joven llamada Helena que vivía en la Antigua Grecia. La dama tenía muchos pretendientes, pero fue el joven Menelao quien conquistó su corazón.
Helena y Menelao se casaron y se convirtieron en reyes de Esparta, una ciudad guerrera famosa por la valentía de sus soldados, que eran famosos en todo el mundo.
Un día, Menelao y Helena recibieron la visita de Paris, príncipe de una ciudad vecina llamada Troya. Aprovechando que Menelao tuvo que salir de la ciudad, Paris raptó a Helena y se la llevó con él a Troya.
Cuando Menelao se enteró, reunió a un gran ejército y partió hacia Troya para recuperar a su esposa. Todos los que en su día habían sido aspirantes a la mano de Helena también se unieron, porque aunque habían sido rechazados, le tenían un gran cariño.
Cuando llegaron a Troya, Menelao y los suyos reclamaron a Helena, pero Paris se negó a devolvérsela. En ese momento, los espartanos declararon la guerra a los troyanos.
Los espartanos sitiaron la ciudad de Troya durante años, pero no consiguieron recuperar a Helena. Cansado de la espera, Menelao ideó un plan.
M
andó construir una gran caballo de madera y se lo ofreció a los troyanos como ofrenda. Los troyanos lo aceptaron y celebraron una gran fiesta. Lo que no sabían es que el caballo estaba hueco por dentro, y que en él se escondían algunos de los mejores luchadores espartanos. Estos espartanos salieron del caballo en plena noche, cuando todos dormían, agotados por las celebraciones, y aprovecharon para salvar a Helena.
Helena y Menelao volvieron a Esparta tras un largo viaje, y fueron felices para siempre.
La ingeniosa idea del caballo de madera viajó de boca en boca, y fue conocido como el Caballo de Troya.