Había un vez un reino que vivía atemorizado por un dragón que vivía en las montañas. Cada vez que el dragón sobrevolaba las zonas habitadas la gente corría a esconderse en unos refugio subterráneos que había construido, por si al dragón le daba por escupir fuego y les quemaba las casas o incluso el castillo.
Pero lo que más le asustaba a todo el mundo era ver cómo el dragón se posaba en una de las torres del castillo, en la más alta, y metía la cabeza dentro. Y allí se quedaba horas y horas.
-Hay que acabar con el dragón -decía el rey-. No quiero ni pensar lo que pasará si no lo hacemos.
El dragón no entendía por qué tanto revuelo. Él solo salía a pasear, a tomar el sol y a disfrutar del campo. Y a asomarse a la biblioteca del castillo, que estaba alojada en la torre más alta del castillo.
Pero un día el dragón dejó de ir al castillo. Salía a volar muy temprano, cuando apenas nadie le veía, y enseguida se le perdía de vista. Así que la gente empezó a confiarse.
Hasta que una mañana, alguien en el castillo empezó a gritar:
-¿Dónde están los infantes? ¿Dónde están todos los niños?
Empezaron a buscar, pero nadie los veía. Los llamaban, pero ninguno respondía. Después de varias horas, los niños volvieron.
-¿Dónde habéis estado? -les preguntaron.
Pero ninguno respondió. Así que, al día siguiente, los adultos siguieron a los niños a escondidas.
Y se los encontraron tras una ladera, alrededor del dragón, mientras este les leía un cuento, uno de los muchos que había leído en la biblioteca del castillo y que los infantes llevaban para que el dragón se lo leyera.
Al ver aquello, los adultos se quedaron mudos. Y se fueron retirando, poco a poco, sin hacer ruido, tal y como habían llegado.
-Parece que el dragón no es peligroso -dijo uno de los aldeanos.
-
Dejemos a los niños con su pequeño secreto -dijo el rey-. Y habrá que traer más cuentos a la biblioteca, pues parece que están todos muy interesados.
Los infantes habían subido un día a la biblioteca y habían pillado al dragón allí, leyendo en voz alta. Cuando el ladrón vio que le escuchaban leyó para ellos. A los infantes les gustó tanto que se lo contaron a otros niños. Pero como a la biblioteca no podían subir todos, quedaron en verse donde los adultos no les pudieran encontrar, para que no le hicieran daño al dragón.
-Eres el mejor cuentacuentos del mundo -le decían los niños al dragón.
Y así se resuelve la historia del dragón cuentacuentos.