Adolfo, Cristina y Jimena vivían en una ciudad aburrida, con gente aburrida, donde los días parecían copias uno de otro. Hasta que, una tarde, descubrieron algo que rompería la monotonía para siempre.
Mientras jugaban en el viejo parque de la ciudad, tropezaron con un objeto extraño medio enterrado entre las hojas otoñales. Era Tic-Tac, un dron diferente a cualquier otro, con inscripciones que prometían la capacidad de viajar en el tiempo.
Emocionados por lo que acaban de descubrir, los tres amigos decidieron probarlo esa misma tarde. Adolfo, siempre el más valiente, presionó el botón que decía "pasado", y ante sus ojos, el parque se transformó. De repente, estaban observando cómo se construía el mismo parque décadas atrás.
Fascinados, aunque un poco asustados, comprendieron el poder de Tic-Tac: podían observar, pero no tocar; ver, pero no cambiar.
Cada viaje se convirtió en una lección en forma de aventura. En el pasado, vieron la belleza del bosque que Jimena tanto añoraba, ahora solo un recuerdo en las fotos antiguas de la ciudad. Cristina, con su mente siempre analítica, tomó notas de cómo pequeñas acciones tenían grandes repercusiones a lo largo del tiempo.
Pero fue un viaje al futuro lo que les cambió para siempre. La ciudad que conocían se había transformado en un lugar casi irreconocible. Las consecuencias de ignorar el cuidado del planeta eran evidentes. Edificios desgastados, aire difícil de respirar y una ausencia casi total de áreas verdes. Tic-Tac, en su silencioso zumbido, les mostró un mundo que ninguno de ellos deseaba.
Cuando los tres amigos regresaron al presente, sentían una mezcla de temor y emoción por lo que sabían que debían hacer.
Adolfo, que había perdido un objeto familiar querido en el pasado y siempre había deseado cambiar esa historia, se dio cuenta de que el verdadero cambio estaba en el presente.
Cristina, recordando una decisión impulsiva que una vez afectó negativamente a sus amigos, sabía que las acciones de hoy eran las que realmente contaban.
Y Jimena, cuyo corazón se había roto al ver su amado bosque convertido en un parque, comprendió que tenía la oportunidad de fomentar un futuro donde la naturaleza y la humanidad coexistieran en armonía.
J
untos, empezaron una pequeña revolución en su barrio. Plantaron árboles, organizaron campañas de reciclaje y difundieron el mensaje de que, aunque no podemos cambiar el pasado, podemos influir en el futuro con nuestras acciones del presente.
Y Tic-Tac, el dron del tiempo, fue su recordatorio constante de que el tiempo es precioso y cada momento cuenta.
El parque de la ciudad se convirtió en el símbolo de su misión. No solo habían aprendido la historia a través de sus viajes, sino que ahora estaban haciendo la suya, asegurándose de que el futuro que una vez vieron como desolado se transformara en una visión de esperanza.
Y así, Adolfo, Cristina y Jimena se convirtieron en los guardianes del tiempo, aprendiendo que la verdadera magia no estaba en cambiar el pasado, sino en cultivar un futuro en el que querían vivir.