El enigma de los objetos parlantes
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El enigma de los objetos parlantes

Edades:
A partir de 6 años
El enigma de los objetos parlantes Anita y Carlitos estaban seguros de que algo raro pasaba en su habitación. Primero, había desaparecido el zapato favorito de Anita. Luego, Carlitos no encontraba su cochecito rojo. Y ahora, el reloj despertador de la mesita de noche había amanecido en el suelo, aunque nadie lo había tocado.

—Esto es muy extraño… —murmuró Anita, mirando a su alrededor.

Carlitos, más interesado en su galleta que en el misterio, se encogió de hombros.

—Tal vez mamá guardó todo en su lugar —dijo con la boca llena.

Pero Anita no estaba convencida. Esa noche, cuando se fueron a dormir, sintió un leve susurro en la oscuridad.

—Shhh… Carlitos, ¿has oído eso?

El niño parpadeó somnoliento.

—No escucho nada...

Pero entonces, lo oyeron claramente.

—¡Ay, por fin alguien nos presta atención! —gruñó una voz grave y temblorosa.

Anita encendió la lámpara de su mesita y abrió los ojos como platos. ¡El reloj despertador estaba hablando!

—¡Por todos los minutos del día! —exclamó el reloj—. ¡Estoy cansado de que me tiréis al suelo!

Carlitos pegó un grito y se tapó con las sábanas. Anita, aunque asustada, estaba más fascinada que asustada.

—¡Tú puedes hablar!

—¡Pues claro que hablo! Todos hablamos —respondió una voz más suave. Era Doña Silla, la vieja mecedora que crujía con cada movimiento—. Pero solo nos escucháis cuando es realmente necesario.

Anita miró a su alrededor. No podía creer lo que veía. ¡Todos los objetos de su cuarto estaban despiertos!

El Capitán Cepillo, con su pequeño mango azul, agitaba sus cerdas en el aire.

—¡He visto muchas cosas en mi vida, pero esto es inaudito! —declaró—. ¡Los niños no me usan lo suficiente y ahora los objetos están desapareciendo sin razón alguna!

Anita y Carlitos se miraron asombrados.

—¿Objetos desapareciendo? —preguntó Carlitos, sacando la cabeza de debajo de las sábanas.

El Señor Calcetín Perdido, desde el rincón donde estaba enredado con otros calcetines, suspiró profundamente.

—¡Oh, sí! Algo oscuro se los está llevando… algo que parece una sombra…

Anita sintió un escalofrío.

—¡Entonces tenemos un misterio que resolver!

Los objetos asintieron.

—Empiecen por el Pasillo de las Sombras —susurró Doña Silla—. Es allí donde desaparecen las cosas olvidadas.

Anita y Carlitos se levantaron de la cama. Armados con una linterna, caminaron de puntillas hasta el pasillo. Todo estaba en silencio. Demasiado silencio.

De pronto, una sombra oscura se deslizó por la pared y… ¡zas! La linterna de Anita desapareció de sus manos.

—¡La sombra! —gritó Carlitos, abrazándose a su hermana.

La sombra revoloteó por el pasillo y se metió en un viejo baúl al final del pasillo.

—¡Ahí está nuestro ladrón! —susurró Anita con emoción.

Se acercaron sigilosamente y, con un poco de miedo, abrieron la tapa del baúl. Adentro, encontraron montones de cosas: calcetines sin par, juguetes olvidados, lápices desaparecidos… ¡y todos los objetos que ellos habían perdido!

Y en el centro de todo, la sombra temblaba y murmuraba con voz temblorosa:

—¡No es mi culpa! ¡Yo solo recojo lo que nadie cuida!

Anita se quedó en silencio. Entonces lo entendió.

—La Sombra Desordenada… eres lo que creamos cuando dejamos todo tirado…

La sombra asintió triste.

El enigma de los objetos parlantesCarlitos se rascó la cabeza.

—Entonces, si ordenamos nuestras cosas… ¿desaparecerás?

La sombra suspiró.

—Me desvaneceré, pero estaré feliz, porque los objetos estarán donde deben estar.

Anita miró a Carlitos.

—Creo que es hora de ordenar nuestra habitación.

Esa noche, tardaron más de una hora en organizar todo. Cada objeto volvió a su lugar y la sombra se hizo cada vez más pequeña hasta que, con un último susurro, desapareció por completo.

El reloj despertador sonrió satisfecho.

—¡Por fin dormiré tranquilo!

Doña Silla se meció suavemente.

—Todo está como debe estar.

El Capitán Cepillo agitó sus cerdas.

—¡Ahora solo falta que Carlitos me use más seguido!

Carlitos rio y tomó el cepillo de dientes.

—Lo prometo, Capitán.

Desde aquel día, Anita y Carlitos nunca más dejaron sus cosas desordenadas. Y cada vez que escuchaban un pequeño crujido en la noche, sonreían sabiendo que sus objetos estaban felices.

Porque, después de todo… ¿quién quiere despertar a la Sombra Desordenada otra vez?
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