Érase una vez un espejo encantado que pertenecía a una vieja anciana que todos conocían por saber muchísimas cosas.
Nadie conocía el motivo por el que la anciana lo sabía siempre todo pero se debía al espejo encantado. El espejo siempre le mostraba la verdad cuando pasaban cosas malas.
Entonces, todo el mundo iba a preguntarle a la viejecita:
- Ha desaparecido mi bicicleta. ¿sabes dónde está? – le preguntó una vez un niño
Ella sólo tenía que preguntarle a su espejo encantado y éste le mostraba la respuesta.
- Mi perrito se ha perdido. Se escapó en el parque y no lo encuentro por ningún lado. ¿Podrías ayudarme a encontrarlo? – le pidió otro niño
Y, del mismo modo, la viejecita preguntó a su espejo encantado y éste le mostró la forma de ayudar al niño.
Nadie intentó nunca indagar por qué la vieja lo sabía todo, hasta que un brujo malvado se enteró de lo que estaba pasando y quiso averiguarlo.
El brujo también quería saberlo todo pero sus intenciones no eran nada buenas. Lo que quería era dominar el mundo y hacer el mal.
Entonces, un día, el brujo se escondió en casa de la viejecita para espiarla. La observaba todo el rato y, cuando la gente iba a pedirle ayuda, el brujo veía como la viejecita siempre se metía en una habitación que tenía un candado en la puerta.
La vieja tiene algo allí que esconde y que seguro es lo que yo necesito para conseguir controlar el mundo – pensó el brujo
Cuando la viejecita se acostó esa noche, el brujo fue hacia la habitación que tenía el candado en la puerta dispuesto a averiguar qué escondía la mujer.
Rompió el candado con sus poderes y entró en la habitación. Buscó por todas partes y no encontró nada hasta que vio un pequeño baúl muy brillante.
Se acercó al baúl y, sin pensárselo dos veces, lo abrió. Allí encontró un espejo muy antiguo que emitía rayos de luz muy fuertes.
- Seguro que esto es lo que esconde la vieja – pensó
Y ni corto ni perezoso, lo cogió, pero cual fue su sorpresa cuando al cogerlo, el espejo dejó de brillar. Aun así, el brujo se lo llevó.
Al día siguiente, cuando la viejecita recibió la visita de unos niños que querían saber algo muy importante, la pobre se dio cuenta de que su espejo encantado no estaba allí.
- ¡Oh No! ¡Mi espejo ha desaparecido! Ahora nunca podré ayudar a nadie – decía mientras lloraba.
Pasaron los días y la anciana no sabía dónde estaba su espejo ni qué es lo que había pasado. Y, mientras tanto, el brujo descubrió lo que el espejo encantado podía ofrecerle.
Lo que el brujo no sabía era que si el espejo dejaba de brillar era porque sólo servía para hacer el bien y si alguien lo usaba para hacer el mal, el espejo encantado convertiría a esa persona en un bicho horrible y asqueroso.
El brujo intentó hacer un hechizo maléfico sobre todo el planeta con el espejo, pero aunque pronunció las palabras mágicas, no dio ningún resultado.
Pero esto no es todo, porque cuando el brujo se miró en el espejo al día siguiente, vio que se había convertido en una criatura horrible.
Muy enfadado, fue a buscar a la vieja:
- Vieja, ¡¿tu espejo me ha hecho esto?!, le gritó.
La viejecita se alegró mucho de ver su espejo de nuevo y se lo quitó de las manos. En cuanto la ella lo cogió, el espejo volvió a brillar como siempre y le mostró todo lo que el brujo había intentado hacer.
- Esto te pasa por ser tan malvado. No tendrías que haber robado el espejo y mucho menos intentar hacer el mal con él. Ahora serás horrible siempre. Sólo hay una manera de que el espejo deshaga el hechizo – le dijo la viejecita.
El brujo, estaba muy arrepentido, así que le dijo que haría todo lo que el espejo quisiese.
- De ahora en adelante, todo lo que hagas será bueno y tendrás que ayudar a los demás, sino, el espejo volverá a convertirte en un bicho.
El brujo aprendió la lección y nunca más molestó a la viejecita, que siguió con su espejo encantado ayudando a los demás.