El extraño caso del ladrón de ladrones
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El extraño caso del ladrón de ladrones

Edades:
A partir de 6 años
Valores:
El extraño caso del ladrón de ladrones Había una vez una ciudad que era muy querida por los ladrones, porque en ella se robaba muy bien. Villadespiste se llamaba, para más señas.

Los habitantes de Villadespiste no se enteraban de nada. Si les faltaba algo, pues lo reponían. Si no encontraban una cosa, pues hacían de nuevo o compraban otra.

Hasta la policía estaba despistada por allí. Solo de vez en cuando se enteraban de los robos, pero normalmente no apresaban al ladrón. Tenían que delatarse entre ellos para que alguno pudiera sacar tajada, que de tanto robar ya casi no quedaba nada que sustraerle a la gente.

Y así, la cárcel de Villadespiste se llenó de ladrones. Eran tantos que tuvieron que habilitar una cárcel nueva. El problema es que juez estaba tan despistado también que cuando no se olvidaba de ir al juicio se liaba con los cargos y las sentencias.

Pero un día los ladrones empezaron a desaparecer. Al principio nadie se dio cuenta, salvo los propios ladrones, que permanecían callados esperando el momento de que alguien fuera a por ellos. Los encarcelados lo llamaban “el ladrón de ladrones”.

-Qué ganas de que me toque a mí -se decían entre ellos, bajito, no siendo que los policías tuvieran un momento de lucidez y se enteraran de lo que pasaba.

Poco a poco la cárcel quedó vacía. Pero nadie le dio importancia, porque estaban tan despistados que pensaron que se les habría pasado algo.

-¿Os habéis dado cuenta de que nadie ha vuelto a robar nada? -preguntó un policía.

-Es verdad -dijo otro-. Habrán aprendido la lección.

En aquel momento llegó a la ciudad un nuevo jefe de policía. Al ver una ciudad sin delincuentes supuso que era un gran destino.

-Podré jubilarme en paz- pensó el nuevo jefe de policía.

Pero días después volvieron los robos y las denuncias de unos ladrones a otros. Así que, otra vez, la cárcel volvió a llenarse. Y de nuevo el ladrón de ladrones los fue sacando de allí.

-Aquí pasa algo raro -dijo el jefe de policía, que todavía estaba asimilando el pasotismo de aquella gente.

-Los habrá liberado el juez -dijo uno de los policías.

-¡Pero si el juez no ha hecho nada todavía! -exclamó el jefe de policía.

El buen hombre decidió tomar medidas y salió a la calle, vestido de paisano. Los primeros días no vio nada fuera de lo normal. Pero no pasó mucho tiempo hasta que empezó a ver varios ladrones robando descaradamente bolsos, carteras, bolsas de la compra e incluso caramelos y chuches a los niños.

-Pero ¿qué es esto? -pensó el jefe de policía.

Puso a los agentes a trabajar y en pocos días la cárcel estaba llena de nuevo.

Nadie más que el feje de policía se dio cuente, al día siguiente, de que faltaba un delincuente. Y al otro día, otro más. Y así, poco a poco, iban desapareciendo.

El jefe de policía decidió espiar por las noches, sin que nadie lo viera. Eso era muy fácil, porque allí nadie se enteraba de nada y, los que se enteraban de algo, que eran los ladrones, no estaban acostumbrados a que alguien estuviera atento a lo que pasaba.

El extraño caso del ladrón de ladronesLo descubrió la primera noche. Oculto entre las sombras, una persona encapuchada, no se podía distinguir si era hombre o mujer, sacaba a uno o dos ladrones de la celda sin hacer ruido.

-¡Te pillé! -dijo el jefe de policía, saliendo de su escondite-. ¡Manos arriba! ¡Estás detenido!

El jefe de policía desenmascaró al ladón de ladrones. ¡Era el mismísimo juez!

-¿Qué pasa aquí? -dijo el jefe de policía. Pero el jefe de policía estaba tan confundido que cayó redondo al suelo.

Al despertar, no se acordaba de nada. Unas horas después apareció un hombre joven.

-Es mi padre -dijo-. Tiene una enfermedad rara y, de vez en cuando, se convierte en otra persona y hace cosas raras. Luego no se acuerda de nada.

A partir de entonces, los delincuentes de Villadespiste no volvieron a irse de rositas y, gracias al jefe de policía, los robos acabaron, casi del todo.

Los ladrones esperan pacientes a que se jubile el jefe de policía. Veremos a ver qué pasa después.
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