Hace millones de años, los hombres vivían sin nada de lo que tenemos hoy. No tenían casas, ni escuelas, ni ropa, ni tiendas…Vivían en el campo y tenían que ser muy ingeniosos para sobrevivir.
Cuando tenían hambre, pescaban o cazaban. Cuando tenían sed, bebían de los ríos. Cuando llovía y tenían frío, se resguardaban en cuevas o se abrigaban con lo que encontraban.
Un día de verano, todas unas cuantas familias estaban merendando fruta que habían cogido de los árboles. Hacía tanto calor que de repente ocurrió algo:
- ¿Qué es eso? ¡Qué calor desprende! – gritaban todos
El calor del sol había provocado un incendio natural y, por primera vez, aquellos hombres veían el fuego.
Cuando llegó el invierno y con él llegó el frío, tenían que ingeniárselas para abrigarse y, mientras lo intentaban, algo sorprendente volvió a ocurrir: un rayo cayó del cielo sobre un árbol y, de repente, apareció el fuego.
- ¡Mirad! ¡Se ha hecho fuego otra vez! – gritaban
Al acercarse a ver el fuego, notaron que las llamas les proporcionaban el calor que necesitaban para combatir el frío.
Uno de los hombres, intentó tocarlo con una rama de un árbol. Cuando lo tocó, no podía creer lo que pasó:
- ¡Mirad! ¡He tocado el fuego con la rama y ahora el fuego está en la rama!
Los hombres descubrieron así que podían hacer hogueras para calentarse juntando ramas en el suelo y quemándolas. Pero, el fuego no duraba para siempre en las hogueras y al final siempre se apagaba por las lluvias o por el viento.
Pero allí había un hombre que era muy, muy, muy listo y pensó que podían conseguir hacer fuego sin esperar a que cayera otro rayo del cielo o que se provocara un incendio natural en el campo.
Investigó durante mucho tiempo, pero consiguió dar con la solución. Además, todos pensaban que estaba loco.
- ¡Hacer fuego es imposible! ¡El fuego sólo viene de la naturaleza! ¡Nunca podrás hacer fuego! – le decían todos.
Pero el hombre, siguió intentándolo sin cesar, y con mucho esfuerzo, un día consiguió algo increíble.
Frotó durante horas y horas piedras y madera. Frotaba tan fuerte esas piedras que todos vieron que empezaban a saltar chispas.
- ¡Saltan chispas! ¡Saltan chispas! – gritaban todos de alegría.
Frotó más y más y, al final, consiguió hacer fuego con esas chispas que cada vez eran más grandes y que terminaron por encender la madera.
Todos alucinaron y entendieron que deberían haber confiado en aquel hombre, al que desde entonces llamaron, el hombre del fuego.