El día de su cumpleaños Tino recibió un regalo un especial. Era una caja de lata que guardaba un misterio.
-Cuando abras la caja encontrarás una sorpresa -dijo la mamá de Tino.
Tino no entendía que podía guardar una caja tan pequeña.
-Tengo miedo -dijo Tino-. ¿Y si me muerde?
-No tengas miedo, que no va a salir nada que te haga daño -dijo el papá de Tino.
-¿Y si me da un susto? -dijo el niño.
-La sorpresa no asusta -le dijo su mamá.
Con un poco de miedo y algo de timidez, Tino abrió la lata. Lo que salió fue una música preciosa que dejó al niño con la boca abierta.
-¡Qué bonita música! -dijo Tino-.¡ Es música enlatada, como las sardinas!
Cuando cerró la caja, la música dejó de sonar.
-¿Se ha ido la música? -preguntó Tino.
-Ábrela otra vez, a ver qué pasa -le dijo su padre.
Tino volvió a abrir la caja y la música volvió a sonar.
-¡Sigue aquí! -exclamó el niño-. ¿Es magia?
-No Tino -le dijo su mamá-. Esto es una caja de música. Es un aparato que se pone a funcionar cuando tú lo abres. Cuando cierras la caja se para y la música deja de sonar.
-¿Cómo se carga? ¿O funciona con pilas? -preguntó el niño.
-¡No! -dijo su padre-. Funciona con cuerda, como los relojes antiguos.
-¡Genial! -dijo Tino.
Tino disfrutó mucho con su música enlatada, como decía él. Eso de que no tuviera pilas ni batería le parecía algo increíble.