El misterio del pastel perdido
Síguenos en:

El misterio del pastel perdido

Edades:
A partir de 4 años
El misterio del pastel perdido Era un día soleado en el pequeño pueblo de Vallealegre. Todos estaban emocionados por la gran feria anual, especialmente por el famoso concurso de pasteles. Las mesas estaban llenas de tartas de chocolate, merengues de fresa y bizcochos tan altos que parecían tocar el cielo. Pero entre todos, había un pastel que llamaba la atención de todos: el pastel de frambuesas y crema que había hecho la abuela de Sara.

—¡Este será el ganador! —dijo Lola, la amiga de Sara—. ¡Es el favorito de todos!

Sin embargo, justo antes de que el juez, Álvaro, comenzara a probar los pasteles, un grito resonó por toda la feria.

—¡El pastel de la abuela de Sara ha desaparecido! —exclamó una señora, señalando la mesa vacía donde debería estar el famoso pastel de frambuesas.

Un silencio cayó sobre la multitud. Todos miraron alrededor, buscando al culpable. Y entonces, alguien susurró:

—Ha sido Tomás. Siempre está metido en problemas.

Tomás era un niño tímido que solía pasear solo. No tenía muchos amigos y, como era tan callado, la gente siempre sospechaba de él cuando algo malo pasaba.

—Parece que todos piensan que fue Tomás —dijo Lola, cruzándose de brazos.

Pero Sara no estaba tan segura. Recordaba una vez en la que la habían acusado injustamente de romper una ventana cuando, en realidad, fue el viento. Desde entonces, Sara siempre investigaba antes de sacar conclusiones.

—No podemos acusar a nadie sin pruebas —dijo Sara—. Vamos a investigar.

Lola asintió y las dos amigas se pusieron manos a la obra.

Las niñas comenzaron a preguntar a la gente en la feria si habían visto algo sospechoso. Pero todos señalaban a Tomás. Nadie tenía pruebas, solo rumores.

—No me convence —murmuró Sara—. Vamos a la mesa de los pasteles. Quizás haya una pista.

Cuando llegaron, observaron con atención. ¡Y entonces lo vieron! Una pequeña huella de crema en el borde de la mesa.

—Mira esto —dijo Sara, señalando la marca—. Alguien debía tener las manos pegajosas. Pero no es suficiente para saber quién fue.

Siguieron buscando, y detrás de la carpa principal encontraron algo más. Un trozo de servilleta manchado de frambuesas.

—¡Vamos por buen camino! —exclamó Lola.

Las pistas las llevaron hasta el parque detrás de la feria, donde los niños solían jugar. Allí, en un banco bajo la sombra de un gran árbol, vieron a Tomás. Estaba solo, mirando el suelo.

Sara se acercó con cuidado.

—Hola, Tomás. ¿Todo bien?

Tomás levantó la vista, sorprendido. No dijo nada, pero en sus manos tenía algo que llamó la atención de Sara: una servilleta igual a la que habían encontrado.

—¿Fuiste tú el que se llevó el pastel? —preguntó Lola, un poco directa.

Tomás bajó la cabeza y negó con la cabeza.

—No fui yo —dijo con voz suave—. Pero... sé quién lo hizo.

La verdad sale a la luz

Sara y Lola se miraron sorprendidas. No esperaban esa respuesta.

—Entonces, ¿quién fue? —preguntó Sara, sentándose junto a Tomás.

Tomás respiró hondo y confesó:

—Mi hermano pequeño está enfermo en casa y no pudo venir a la feria. Sabía que le encantaría probar el pastel de frambuesas, así que... mi amigo Marcos lo cogió para llevárselo.

SEl misterio del pastel perdidoara y Lola se quedaron en silencio. Nunca hubieran imaginado una razón así. Tomás no era culpable, pero había guardado el secreto para proteger a su amigo.

—No fue un mal gesto, pero no fue la manera correcta de hacerlo —dijo Sara con suavidad.

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Lola.

—Tenemos que contar la verdad —respondió Sara—. Pero quizás podamos resolverlo de una forma que no meta a nadie en problemas.

Sara, Lola y Tomás fueron a hablar con Álvaro, el juez del concurso. Sara explicó todo con mucho cuidado, resaltando que el pastel había sido tomado por una razón importante, aunque malentendida. Álvaro, un hombre sabio, escuchó con atención y sonrió al final.

—Gracias por decirme la verdad —dijo Álvaro—. Vamos a hacer algo. Haremos otro pastel para el concurso y también uno especial para el hermano de Tomás. Pero la próxima vez, si necesitáis algo, no tengáis miedo de pedirlo.

Todos estuvieron de acuerdo y, cuando acabó el día, no solo el concurso fue un éxito, sino que Tomás, Sara y Lola aprendieron una valiosa lección sobre la verdad y la amistad.
Puntuación media: 8,2 (234 votos)
Tu puntuación:
Cuentos con valores similares