Óscar era un niño al que le encantaba el mar y siempre estaba inventando historias de peces, sirenas o medusas. Inventaba historias tan fantásticas que sus hermanos le decían:
- Óscar, ¡cuánta imaginación tienes! Cuando seas mayor harás películas de ciencia ficción con un montón personajes fantásticos.
En esas vacaciones de verano, Óscar y sus hermanos fueron a la playa. Se llevaron un montón de cosas: varias pelotas, palas, cubos para la arena y gafas de bucear nuevas. Al llegar a la playa, cada uno eligió lo que quería:
- ¡Yo quiero las gafas de bucear para descubrir peces en el mar! – dijo Óscar.
- ¡Eso es muy aburrido Óscar! ¡Es mucho más divertido hacer castillos de arena! – Dijo Paula, la hermana mayor.
- ¡Yo también quiero hacer castillos! – dijo Rubén, el hermano mediano.
Óscar no convenció a sus hermanos para ir a bucear y al final se fue él solo al mar.
Bajo el agua había miles de peces de todos los colores que nadaban tranquilamente, pero, de repente, Óscar sintió algo enorme detrás de él y vio como todos los pececillos desaparecían muy rápido.
Óscar se giró rápidamente y vio a un monstruo gigante. Era más grande que un barco y tenía una boca que le ocupaba toda la cara.
E
l monstruo intentó acercarse a Óscar, pero un pececillo le gritó:
- ¡Sal corriendo! ¡Es el gran monstruo de los mares y con su gran boca te comerá!
Óscar salió corriendo del agua, tan rápido que el monstruo no pudo pillarle. Le contó a sus hermanos lo que había visto, pero estos, acostumbrados a sus historias inventadas, no le creyeron.
- Si no me creéis, ¡venid conmigo! – les gritó Óscar.
Y así fue. Los tres hermanos fueron a bucear y consiguieron ver al monstruo de los mares. Estaba sentado en una roca y, cuando se giró, Óscar vio que ya no tenía la boca tan grande y que estaba llorando.
Paula y Rubén tenían mucho miedo, pero Óscar, muy valiente, se acercó a preguntarle:
- Hola, ¿Por qué lloras? ¿Estás bien?
El monstruo le dijo que lloraba porque se sentía muy solo en el mar. Ningún otro animalillo marino quería acercarse a él por miedo y siempre que sonreía todos salían corriendo.
Óscar entendió que no era un monstruo de boca grande, sino de gran sonrisa y entre él y sus hermanos hablaron con todos los habitantes del mar para que no tuvieran miedo jamás.
El monstruo marino se terminó llamando el monstruo de la sonrisa gigante y este también fue el título de la primera película que hizo Óscar cuando fue mayor.