El niño valiente y los gigantes
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El niño valiente y los gigantes

Edades:
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El niño valiente y los gigantes En una aldea muy lejana vivían muchas familias felices. A menudo hacían fiestas muy divertidas en las que había mucha comida y bebida y en las que todo el mundo cantaba y bailaba hasta que se escondía el sol.

Desde la aldea se veía a lo lejos un castillo en una montaña pero los habitantes nunca se acercaban a él. Tenían mucho miedo porque siempre había dicho en ese castillo vivían unos gigantes malignos. Por eso los papás y mamás de la aldea no dejaban que sus hijos fueran a jugar cerca del castillo, ya que tenían miedo de que les pasara algo malo.

Un día, el niño más valiente de la aldea desafió a la prohibición de sus padres y decidió que iría al castillo.
- Esta misma noche iré al castillo que hay en la montaña - les dijo el niño a sus amigos
- ¿Qué? ¿Estás loco? ¿No sabes que está prohibido? Además allí viven unos gigantes muy malos...
- No me importa. Además no me da ningún miedo.


Llegó la noche y sin que nadie se diera cuenta, el niño se dirigió hacia el castillo.

Iba caminando por el bosque totalmente a oscuras cuando de repente,el niño tropezó con unas piedras y cayó en un agujero que había en el suelo. Se hizo tanto daño, que aunque trató de evitar las lágrimas, no pudo evitarlo. Alguien se acercó hasta él de repente. Pero… era muy grande para ser una persona… ¡era un gigante!

- ¡Fuera! ¡Déjame en paz! ¡Vete o te tiraré una piedra! - le gritó el niño intentando protegerse
- Solo quiero ayudarte. Te he oído llorar.
- ¿Y cómo sé que no me estás mintiendo? ¡Eres un gigante! ¡Seguro que quieres comerme!
- Mis padres y yo no comemos personas, somos vegetarianos. Pero si no quieres que te ayude me marcharé por donde he venido - dijo el gigante cabizbajo dándose la vuelta

El niño se quedó pensando en las palabras del gigante y se dio cuenta de que podía confiar en él. Además su aspecto no era precisamente temible. Parecía más bien un gigante bonachón.

- ¡Espera, no te vayas! - gritó el muchacho
- ¿Quieres que te ayude? - contestó el gigante
- Por favor...

El gigante cogió en brazos al niño valiente y lo llevó a su castillo. Allí el niño conoció
a mamá gigante y a papá gigante. Todos eran muy grandes pero ninguno tenía pinta de ser malvado como contaba la gente de la aldea.

- Se puede saber pequeño niño, ¿ a dónde ibas en plena noche tú sólo por el bosque?

El niño, asustado, respondió:
- Vengo de la aldea. Quería llegar hasta el castillo y demostrar a todos que no tengo miedo a los gigantes.
- ¿A nosotros? ¿Y por qué nos habrías de tener miedo?
- No sé… es lo que dice la gente, que sois muy malos y coméis personas.

Mamá gigante se echó a reír y explicó al niño que no tenían nada que temer. Ellos eran gigantes vegetarianos, por lo que no comían personas.

-El niño valiente y los gigantes Oye pequeño, ¿tus padres saben que estás aquí? Es muy tarde y podrían estar preocupados
- No les he dicho que venía… si se lo decía sabía que no me dejarían venir. Está prohibido
- En ese caso, no deberías haberlo hecho. Los padres siempre dicen a los niños las cosas por algo. ¿No crees?

Los gigantes ayudaron al niño a recuperarse de sus heridas y cuando estuvo mejor lo acompañaron hasta la aldea. Pero en cuanto los aldeanos los vieron por allí corrieron a encerrarse en sus casas por miedo a que les hicieran algo.

- ¡Podéis salir! ¡Los gigantes son mis amigos! Sólo vienen a acompañarme. No me han hecho nada malo, de verdad

Los vecinos oyeron al niño y con algo de desconfianza salieron de sus casas.

El niño valiente explicó a todos los habitantes lo que había pasado. Les explicó que había caído en un agujero y que de no ser por ellos, aún seguiría allí con algún hueso roto.

Los habitantes se disculparon ante los gigantes por su actitud y en agradecimiento por salvar la vida del pequeño prepararon una de sus fiestas con mucha comida, música y baile.
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Análisis de sus valores
Este cuento nos enseña principalmente una cosa: que las apariencias engañan. No podemos estar muy seguros de saber cómo es una persona sólo por su imagen. Si no la conocemos o hablamos con ella lo más probable es que nos equivoquemos. Esto es lo que le ocurre a los habitantes de la aldea con los gigantes, que creen que son muy malos sólo por su tamaño.

Por otro lado, nos habla de lo importante que es ayudar a alguien cuando está en apuros. No hace falta que sea nuestro amigo o que lo conozcamos. Si vemos a alguien que puede necesitar nuestra ayuda, debemos ofrecérsela.

Por último el cuento nos recuerda que es muy importante la obediencia, ya que como dice mamá gigante: “Los padres siempre dicen las cosas por algo”. No hace falta que los niños esperen a sufrir las consecuencias de desobedecer. Deben confiar en lo que sus padres les digan, porque siempre quieren lo mejor para ellos.
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