Era una mañana soleada y Julián tenía una gran idea. Desde hacía días, veía a su familia muy ocupada y pensó: "¿Qué puedo hacer para que tengamos un día especial juntos?". De repente, lo supo. ¡Un pícnic en el parque!
Julián corrió a la cocina y empezó a imaginar todo lo que necesitaría: bocadillos, zumo, una manta y algunos juguetes para Ana, su hermanita pequeña.
Pero pronto se dio cuenta de que organizar un pícnic no era tan sencillo. Abrió el frigorífico y miró lo que había. —Mmm... —murmuró—. Necesito algo que todos disfruten. ¡Ya sé! Haré bocadillos de queso y jamón, que a todos nos gustan.
Con cuidado, Julián cogió el pan y el jamón, pero mientras intentaba untar la mantequilla, un gran trozo cayó al suelo.
—¡Oh, no! —dijo preocupado.
Mamá, que estaba cerca, lo escuchó y sonrió.
—Tranquilo, hijo, a veces pasan estas cosas. Puedes intentarlo de nuevo —le dijo mientras le ofrecía más mantequilla.
Una vez que tuvo listos los bocadillos, Julián buscó una manta grande en el armario.
—Esta será perfecta —se dijo mientras arrastraba la enorme tela a la puerta.
Mamá y papá observaban en silencio, con una sonrisa en los labios.
—¿A dónde vas con todo eso, Julián? —preguntó su papá divertido.
—¡Es una sorpresa! —respondió Julián emocionado—. Pero necesito algo más... ¡Las bebidas!
Fue corriendo al frigorífico y sacó una botella de agua y otra de zumo de naranja. Todo estaba listo, o eso pensaba él.
—¡Ana, ven! ¡Nos vamos al parque! —gritó Julián mientras ayudaba a su hermanita a ponerse los zapatos. Ana, feliz de ir al parque, aplaudía emocionada.
Llegaron al parque y Julián empezó a desplegar la manta bajo la sombra de un árbol enorme. Todo parecía perfecto. Sin embargo, cuando se sentaron, notaron que había algo que no podían ignorar... ¡hormigas! Unas cuantas comenzaron a subir por los pies de Ana, quien comenzó a reír y a mover los pies rápido.
—¡Hormiguitas! —gritaba ella.
Julián se sintió un poco frustrado.
—Oh no, esto no está saliendo bien... —dijo con un suspiro.
Papá puso su mano en su hombro.
—No te preocupes, hijo. A veces las cosas no salen como uno espera, pero lo importante es que estamos juntos. Vamos a movernos a otro sitio.
Y
así, la familia recogió todo y buscaron otro lugar, más cerca de un lago tranquilo. Julián extendió la manta de nuevo, esta vez sin hormigas a la vista, y todos se sentaron. Papá abrió la botella de zumo, mamá repartió los bocadillos, y Ana corrió feliz por el césped con su pelota. Julián, viendo a su familia feliz, sonrió.
—Esto ha sido más difícil de lo que creía, pero ha valido la pena —dijo Julián satisfecho.
—Siempre es bueno esforzarse por los demás —le dijo mamá—. Y aunque a veces haya pequeños problemas, al final lo importante es compartir juntos.
Julián miró a su familia y, con una gran sonrisa, dijo:
—El próximo pícnic lo haré aún mejor. ¡Prometido!
Y así, entre risas, juegos y bocadillos, la familia disfrutó de un día inolvidable. Julián aprendió que lo más valioso no era tener todo perfecto, sino el esfuerzo y el amor que ponía en las cosas que hacía para quienes más quería.