Hace mucho tiempo, todos los piratas del mundo se reunieron en un puerto secreto para elegir a su gobernante.
Pero, ¿para qué querrían los piratas un gobernante?
En realidad nadie sabía a qué se debía aquella extraña convocatoria, ni quién la había organizado. No se enteraron hasta el mismo día de la reunión.
Un tipo al que nadie conocía se subió a un escenario y gritó:
-¡Queridos amigos y compañeros, gracias por venir hoy aquí!
Ningún pirata dijo nada. Todos estaban confundidos. ¿Quién era aquel tipo? ¿A qué venía todo aquello?
El tipo del escenario siguió hablando:
-Os he reunido aquí porque quiero ser vuestro rey: el rey de los piratas. Os prometo ser un gobernante honesto, más de lo que nunca se ha visto.
Los piratas empezaron a mirarse entre ellos. Nadie podía creer lo que acaba de salir de boca de aquel extraño.
-Y ¿para qué queremos los piratas un gobernante o un rey? -preguntó alguien.
-Para organizaros y protegeros, amigo mío -dijo el tipo del escenario-. Pues ¿no acabo de demostrar mi capacidad hoy, trayéndoos a todos aquí y garantizando vuestra seguridad? ¿O es que alguno habéis tenido problemas para venir? ¿Acaso veis a alguna patrulla por aquí, a alguien que quiera capturaros por vuestras fechorías? ¿No, verdad? Esto todo lo he conseguido yo.
Los piratas pensaron que sería buena idea tener a alguien así, que cuidara de todos y que supiera organizarse.
-Me parece bien -decían unos.
-Por mí no hay problema -decían otros.
Viendo que la cosa cuajaba, el tipo del escenario dijo:
-Si alguien no quiera que sea el nuevo rey de los piratas, que hable ahora o calle para siempre.
Nadie dijo nada.
-Entonces me proclamo rey de los piratas -dijo el hombre-. Como primera ley, decreto que todos y cada uno de vosotros debéis pagarme la cuarta parte de vuestros botines.
Todos los piratas se quedaron boquiabiertos. Algunos protestaron.
-Es mi decisión, y así se hará si no queréis tener problemas con vuestro nuevo gobernante -dijo el autoproclamado rey.
-Pues yo no pienso darte nada, caradura -gritó uno de los piratas-. Si quieres algo, ven a buscarlo, a ver si tienes valor.
El resto de los piratas se unieron a él y se marcharon.
Y allí se quedó el rey de los piratas, a punto de conseguir engañarlos a todos. Pero tuvo que surgir uno que protestó y no tuvo miedo. Porque no hace falta más que uno que hable suficientemente fuerte para despertar a los demás y hacerles ver que son víctimas de un engaño. Estos tuvieron suerte.
El rey de los piratas tendrá que ser más listo la próxima vez para engañar a unas nuevas víctimas. Los piratas ya lo conocen. ¿A por quién querrá ir ahora?