Había una vez dos gigantes que vivían junto a un camino. Uno vivía a la derecha del camino y el otro a la izquierda. Todos los días pasaba por allí un carro cargado de sacos de patatas. Y todos los días, los gigantes se lamentaban por no poder tener uno de esos sacos para poder hacer un rico guiso en el puchero.
Un día, al pasar junto a los gigantes, se cayó un saco de patatas del carro. El carretero no se dio cuenta y siguió su camino.
En cuanto el carro desapareció los gigantes se tiraron a por el saco de patatas. Pero no llegaron a cogerlo, porque sus cabezas chocaron antes de que sus manos llegaran al suelo.
-Luchemos, y que se quede con el saco de patatas el más fuerte -dijo uno de los gigantes.
-Me parece bien -dijo el otro.
Y así, los gigantes empezaron a luchar.
Pasaron varias horas sin que ninguno de los gigantes venciera al otro. Pero ninguno se daba por vencido.
Entre los árboles, un ogro observaba la pelea. Al ver que los gigantes estaban tan cansados, decidió aprovechar para coger el saco y llevárselo.
Así que se deslizó entre los arbustos y, en cuanto vio la oportunidad, salió corriendo al camino, cogió el saco de patatas y se fue por donde había venido.
-¡Eh, que esas patatas no son tuyas! -gritaron los gigantes.
Pero el ogro ya se había ido. Y lo había hecho a tal velocidad que los gigantes no tuvieron fuerzas para perseguirlo.
-Si hubiéramos compartido las patatas ahora estaríamos disfrutando de un rico guiso los dos -dijo uno de los gigantes.
El otro añadió:
-Y ahora aquí estamos aquí, cansados y exhaustos, esperando a que nos llegue el olor del guiso que hará el ogro y que no podremos disfrutar.
A partir de entonces, cada vez que se caía un saco de patatas los gigantes lo repartían. Pero en vez de dividir las patatas, los gigantes las cocinaban juntos y se las comían juntos después. Y nunca invitaron al ogro, que seguía rodando por allí, a ver si llegaba antes a las patatas que ellos.
Un día, a uno de los gigantes se le ocurrió que podrían dejar algunas patatas sin cocinar y cultivarlas ellos mismos. Viendo que el ogro les observaba, los gigantes pensaron que seguramente estaría esperando a que las patatas crecieran para robárselas. Y se les ocurrió una idea.
-¡Eh, ogro, ven aquí, que tenemos que hablar! -dijo uno de los gigantes.
El ogro se acercó con un poco de miedo y dijo:
-No estoy haciendo nada malo.
-Ya, pero lo estás pensando -dijo uno de los gigantes.
-Bueno, tal vez sí -dijo el ogro.
-Tenemos una idea -dijo el otro gigante-. Si nos ayudas a cultivar las patatas podrás llevarte una parte. ¿Qué te parece?
-¿De verdad? -dijo el ogro-. ¡Acepto!
Desde entonces los dos gigantes y el ogro cultivan patatas juntos y ya no han vuelto a pasar hambre. Tampoco se han vuelto a pelear y ahora son grandes amigos.