El secreto del muñeco de nieve
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El secreto del muñeco de nieve

Edades:
A partir de 4 años
Valores:
El secreto del muñeco de nieve Josele estaba emocionado. La nieve había cubierto todo el jardín como una suave manta blanca, y no podía esperar más para salir a jugar. Tras ponerse su abrigo, botas y guantes, agarró un sombrero viejo, un par de botones y una bufanda pequeña que había encontrado en el desván. Ese día construiría su primer muñeco de nieve.

—Voy a llamarte Copo —dijo Josele, sonriendo mientras colocaba con cuidado los últimos toques.

Copo tenía una nariz de zanahoria torcida y ojos de botones brillantes. Con su bufanda roja y el sombrero ladeado, parecía un muñeco lleno de personalidad. Josele pasó toda la tarde con él, corriendo alrededor, contándole historias e imaginando que Copo respondía con una risa crujiente, como el sonido de la nieve bajo sus botas.

Al anochecer, Josele lo miró con orgullo.

—Eres el mejor muñeco de nieve del mundo —le dijo, antes de entrar a casa con las mejillas rojas de frío y el corazón lleno de alegría.

Esa noche, Josele soñó que él y Copo corrían por campos nevados, construían fuertes de hielo y reían bajo la luz de la luna.

Pero al despertar, algo terrible ocurrió.

—¡No! —gritó al mirar por la ventana.

El sol había salido, y su calor hacía que Copo comenzara a derretirse. Su cuerpo, antes firme y alto, ahora parecía encogerse y deformarse. Josele salió corriendo al jardín, pero por más que intentó juntar la nieve, sabía que no podía detenerlo.

Lloró, sentado junto a lo que quedaba de su amigo.

—¿Por qué tenías que desaparecer, Copo? —preguntó en voz baja, mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.

Esa noche, Josele no quiso cenar. Se sentó en su cama, mirando al techo, sintiéndose triste y vacío. Cuando ya estaba a punto de quedarse dormido, una luz suave iluminó su habitación. Miró hacia la ventana y vio algo increíble: el muñeco de nieve, aunque casi derretido, parecía brillar bajo la luz de la luna.

—Hola, Josele —dijo una voz suave. Era Copo.

—¡Copo! ¿Cómo estás hablando? —preguntó el niño, frotándose los ojos.

—Solo por esta noche puedo hablarte. Quiero que sepas algo importante antes de irme.

Josele se sentó en la cama, escuchando con atención.

—Las cosas más bonitas a veces no duran mucho, pero eso no significa que no sean valiosas. Lo que importa es cómo te hicieron sentir y los recuerdos que te dejan. Yo ya no estaré mañana, pero siempre podrás recordar las risas y la alegría que compartimos.

Josele bajó la mirada, pensando en lo que Copo decía.

—¿Pero cómo puedo seguir feliz si ya no estás?

El secreto del muñeco de nieveCopo se inclinó ligeramente, como si estuviera sonriendo.

—Porque yo no desaparezco del todo. Mira debajo de mi sombrero.

Al día siguiente, Josele salió al jardín y encontró una piedra brillante en forma de corazón, justo donde había estado el sombrero de Copo. La recogió, y al hacerlo, sintió una calidez inesperada, como si Copo le estuviera dando un abrazo invisible.

Desde ese día, Josele guardó la piedra como un tesoro especial. Cada vez que la miraba, recordaba no solo a su muñeco de nieve, sino también la lección que le había enseñado: disfrutar cada momento, porque lo efímero puede ser eterno en el corazón.

Y así, aunque la nieve se derritiera y el tiempo pasara, Copo siguió acompañando a Josele, no en el jardín, sino en sus recuerdos y en su corazón.
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