El pueblo de Calamata estaba en plenas fiestas y uno de sus protagonistas indiscutibles era el tamborilero. Con sus baquetas hacía bailar a todos los vecinos al ritmo de divertidas melodías en las que le acompañaba el resto de la orquesta.
De repente, en mitad del jolgorio, se escuchó un arpa. Nadie tenía un instrumento así, por lo que todos empezaron a mirarse extrañados. El alcalde ofreció una jugosa recompensa a quien descubriera de dónde provenía aquel sonido angelical y místico. Varios niños empezaron a recorrer el bosque en busca del arpa. Lo hicieron sin éxito ya que la tarea parecía imposible. En mitad del hayedo cercano al pueblo le preguntaron a una familia de liebres si sabían algo.
-¿Sabéis de dónde viene ese sonido misterioso?
-Nunca hemos escuchado nada similar, no sabemos de qué habláis- dijo la liebre más anciana.
Los niños se adentraron más en el bosque y encontraron un asno que estaba comiendo hierba.
-¿Sabes dónde está el arpa invisible? -le preguntaron.
-¿De qué me habláis? -respondió molesto porque le hubiesen molestado en mitad de la merienda.- En este hayedo no hay ningún arpa ni nada que se le parezca.
Todos los niños volvieron a sus casas tras recorrer el bosque. Solo Raúl, el más avispado y tenaz, siguió buscando el instrumento misterioso.
-¿Sabes dónde está? -le preguntó a una lechuza que descansaba en la rama de un árbol.
-Jamás he oído sonar tal cosa- le respondió.
Raúl siguió caminando y, de repente, se encontró con un niño vestido de amarillo.
-¿Has venido a buscar el arpa? - le preguntó Raúl al niño.
-No -respondió-. ¿Por qué la buscas?
-
Me gustaría encontrarla para llevármela a casa y tocar para mis vecinos. Es el sonido más mágico que jamás haya escuchado- dijo Raúl aún ensimismado.
-Veo que te preocupas por los demás y por hacerles felices con la música -dijo el niño vestido de amarillo-, y eso es genial.
El niño que, igual que Raúl, era bueno y generoso, le ayudó a encontrar el arpa con un don que solo los habitantes de aquel hayedo tenían. Tras el hallazgo, Raúl se quedó a dormir en el bosque y el niño de amarillo veló su sueño. A la mañana siguiente le ayudó a volver a casa con el arpa a cuestas y todo el pueblo bailó al son de aquella mágica melodía.