En un planeta de nombre impronunciable habitaban Z-4B y E-V9, unos robots exploradores cuya misión era descubrir cosas nuevas. Un día, los dos robots decidieron adentrarse en una zona desconocida del planeta, donde había un gran desierto. Aunque E-V9 no estaba muy seguro de seguir adelante.
—¿Estás seguro de que esto es una buena idea, Z-4B? Nunca hemos estado en este desierto antes, podría ser peligroso.
—No te preocupes, E-V9. Somos robots exploradores, es nuestra misión hacer estas cosas.
Y así, los dos amigos iniciaron su aventura.
De repente, se encontraron con una roca gigante bloqueando el camino. Z-4B y E-V9 no sabían cómo superarla, pero no querían darse por vencidos.
Era tan grande y tan escarpada que no podían pasar por encima de ella. Tampoco estaban seguros de poder rodearla, porque no se veían los extremos.
—Saca tus herramientas, Z-4B. Puedes taladrar la piedra y hacer un túnel. Yo te ayudará a hacer fuerza y a retirar los trozos de roca que arranques.
—Buena idea.
Después de varios días de trabajo, los dos amigos consiguieron atravesar la roca y pasar al otro lado.
Días después, los dos amigos se encontraron con una zona de arenas movedizas.
—Esto no hay manera de superarlo —dijo Z-4B.
—Es muy peligroso, tenemos que tender un puente, aunque para eso hay que pasar al otro lado —dijo E-V9.
—No nos queda otra que rodear esta zona —dijo Z-4B.
—Pondré una bandera. Así, cuando lleguemos al otro lado, sabremos de dónde hemos partido —dijo E-V9.
Durante días, los dos robots caminaron junto a las arenas movedizas. Era como un gran lago, así que pronto pudieron pasar al otro lado.
Siguieron caminando, hasta encontrar la bandera.
—Sigamos —dijo Z-4B
Durante los siguientes días no encontraron ningún obstáculo más.
—¡Qué aburrimiento! —dijo E-V9.
—Explorar es más divertido cuando te encuentras problemas, ¿verdad? —dijo Z-4B.
—Sí, estoy de caminar sin nada que superar es horrible.
Apenas había terminado de decir aquello cuando la tierra empezó a desaparecer bajo sus pies.
M
enos mal que Z-4B tenía un motor de propulsión y le lanzó un cable a su amigo, al que enganchó por los pelos con un mosquetón.
—Aburrido o no, lo que está claro es que uno no puede despistarse cuando explora una zona desconocido —dijo Z-4B.
Justo en aquel punto el desierto terminaba, el planeta de mundo impronunciable también.
—¿Cómo es posible? —se preguntaron los dos robots.
—Volvamos a la base. Con los datos que han recopilado nuestros ordenadores podremos estudiarlo mejor.
Los dos robots volvieron a casa, por donde había venido, sin perder detalle y pensando ya en cómo podrían solucionar todos los problemas que se habían encontrado para que más robots pudieran ir allí, a cumplir con sus respectivas misiones.