Llegó el verano para Espiral.
Espiral era una estrella amarilla y brillante que vivía en el cielo y tenía 100 años y aunque eso en el Planeta Tierra fuesen muschísimos años, en el Universo, donde ella vivía, tener esos años era ser muy pequeñita.
Puesto que aún era una estrella jovencita, no brillaba con la misma intensidad que el resto de las estrellas más mayores y no se le veía apenas en el cielo, lo cual le generaba mucha tristeza.
- Vaya, nadie me señala con el dedo, ningún niño pide un deseo al verme, y tampoco formo parte de ninguna constelación importante - se lamentaba la pequeña Espiral - Además a veces un soplo de aire hace que me constipe y ni siquiera al estornudar notaba que fuera importante en el cielo azul.
Por eso a la pequeña Espiral le gustaba más el invierno. Donde las nubes, las tormentas, el aire y la luz oscura de la Luna tapaban a todas las estrellas por igual. Así no se sentía menos importante que el resto.
Sin embargo, llegó el día en el que aprendió a apreciar el verano y a gustarle ser quien era y todo ocurrió en su 101 cumpleaños cuando un amigo satélite le dejo utilizar su visión lupa y observar a los humanos de cerca.
Esa noche se seguía sintiendo invisible en el mundo y nada parecía diferente al resto de las noches estivales hasta que de repente vio a una mujer con una niña de la mano mirándolas a ellas, las estrellas, en el cielo.
- -Amigo satélite, ¿crees que podría escuchar lo que dicen? supongo que hablan del cielo estrellado, pero me gustaría oírlo.
- Claro, no hay problema - contestó el satélite a Espiral.
Pero cuál fue la sorpresa de Espiral cuando oyó las palabras de la niña:
-
¿Así que esa estrella que se ve tan lejana, con ese amarillo tan bonito y con una esquina brillando fuerte es la abuela que nos saluda?
- Si cariño, las personas nos vamos pero nuestra esencia se queda y el recuerdo puede transformarse en muchas cosas bonitas. Como por ejemplo esa estrella.
Espiral se sintió muy feliz. ¡Estaban hablando de ella! ¡Y por algo tan bonito! Solamente porque esa niña pudiera verla todos los días decidió esforzarse a diario por brillar un poquito más que el día anterior. ¡Y vaya si lo consiguió! Espiral se acabó convirtiendo en la estrella más brillante de todo el firmamento y aún hoy continúa siéndolo.