¿Alguna vez has mirado al cielo y has visto las estrellas? ¿Te has fijado que parece que hablan entre ellas?
- ¡Sí!... Es porque son amigas.
Te voy a contar la historia de Adhará, ella venía de una constelación muy unida. ¿Sabes qué es una constelación?...
Las constelaciones son las familias de estrellas.
Adhará era una estrella a la que le gustaba mucho competir. Estaba acostumbrada a ganar y cuando no lo hacía, se enfadaba. Un día tuvo la idea de hacer carreritas con todos los que se encontraba, y así, comenzó a correr, compitiendo con todos sus amigos, vecinos y desconocidos.
De repente vio que algo se movía a gran velocidad, se acercó y se presentó:
- Hola soy Adhará, tú ¿Cómo te llamas?
- Hola, yo soy Halley y soy un cometa muuuuuyyy rápido.
- Mmmmmm, a mi también me gusta correr y hasta ahora nadie me ha podido ganar - contesto Adhará – ¿quieres ver quién llega primero a la siguiente constelación?
- ¡Claro! – dijo Halley – muy animoso.
Contaron hasta tres arrancando como locos. Halley llegó primero y eso la hizo enojar, así que decidió retarlo nuevamente, perdiendo otra vez. Y enojada continúo con la competencia sin darse cuenta de que ya se había alejado demasiado de casa.
Cuando Halley ya no se vio, Adhará ya no supo cómo regresar. Desesperada miró a su alrededor y vio muchas montañas. Al acercarse, saludo y titubeante, dijo:
- Hola, soy Adhará, ¿Usted puede ayudarme?
- ¡Oh! ¿Qué haces por estos lugares pequeña? – dijo el viejo, colocándose sus anteojos.
- Ammmmm, es que, venía con mi amigo cometa y lo perdí atrás, y ahora no sé cómo regresar.
- Cof cof cof – tosió el anciano – No te preocupes, yo te ayudaré. Deja que me presente, mi nombre es Orión, y sé que por aquí solo habitamos los más viejos; hace cientos de años nos hicieron este hogar para ver lo hermoso que es el universo…
- Disculpe – interrumpió Adhará – pero es que necesito regresar, llevo un poco de prisa.
- El tiempo, siempre el tiempo – suspiró Orión – a veces es indispensable tan sólo sentarse y observar con calma, en silencio y sin presión – él, se retiró sus lentes y se durmió.
- Oiga, oiga, no se duerma, ayúdeme por favor– necesito regresar a casa – insistió Adhará, pero fue en vano.
Después de un tiempo, de mucho preguntar y no encontrar a alguien que la quisiera ayudar, Adhará creyó reconocer el camino y con paso lento y sin prisa se dirigió hacia allá.
De pronto algo pasó volando muy de cerca de ella, parecía estar en llamas, tenía alas enormes pero no tenía plumas, si no fuego, era hermoso y hábil para volar.
- ¿Qué haces tan lejos de las estrellas? Se está haciendo tarde - preguntó el ave a Adhará.
– Es que no sé cómo regresar a casa, traté de alcanzar a Halley por estar compitiendo y luego… me perdí. - contesto Adhará con los ojos llorosos.
- He preguntado y preguntado, pero todos tienen prisa. Sólo un anciano llamado Orión habló conmigo. Me aconsejó que dejará de correr y así podría poner más atención. Lo he intentado, pero no he podido encontrar el camino de regreso – Adhará se puso a llorar.
- Sabes, dijo el ave - con una sonrisa – hace un tiempo, a mí también me ayudó hablar con Orión; hubo un tiempo en que, igual que tú, yo quería ser el más rápido, grande y fuerte de todos, así que, por aventurado pero sin tener cuidado, caí en un volcán, las llamas arruinaron mi plumaje y no podía volar, con paciencia, Orión me animaba a escalar para salir del volcán, escuchando sus consejos lo logré y mis alas volvieron a crecer con plumaje de fuego.
- ¡Wow! Eso es impresionante, ¿cuál es tu nombre?
- Soy Fénix, el ave Fénix. Ven, sígueme y escucha. Desde aquel día comprendí que escuchar a los adultos, es importante y que querer competir en todo momento no es tan bueno, y que poner atención al pedir ayuda te hace crecer y renacer de mejor forma. La humildad y la nobleza son los mejores compañeros. ¡Mira, ahí se ven varias estrellas! ¿Es tu familia?
- Sí, esa es mi constelación. Gracias Fénix, muchas gracias por todo…