Había una vez una fuente que habitaba al borde de un camino por el que solían pasar muchos caminantes y peregrinos. De la fuente manaba el agua más clara y fresca en muchos kilómetros a la redonda. Pero cuando algún caminante se acercaba a beber, la fuente cortaba el chorro de agua para que nadie bebiera.
Un día acudió una muchacha caminando desde lejos con un cántaro para llenarlo, pero al llegar a la fuente y ver que ésta no tenía agua, se disgustó tanto que acabó olvidándose el cántaro vacío junto a ella.
Después de aquello el agua de la fuente decidió que ya era suficiente. Ella quería poder refrescar a las personas que acudían a ella. Así que un día, unas gotas de agua decidieron rebelarse contra la fuente.
- Con la fuerza de la caída cogeremos impulso y saldremos de la fuente para intentar caer en el cántaro-dijo una de las gotas de agua-. Algunas caeréis al suelo, pero no importa. Vuestra misión será comunicarle el plan a todas las gotas de agua que encontréis para que todas sepan qué hacer.
Y eso hicieron. Poco a poco, fueron cayendo gotitas de agua en el cántaro. Al principio eran muy pocas porque el sol evaporaba la mayoría de las que caían. Pero las gotas no se rindieron, y seguían saltando. Y como cada vez más gotas conocían el plan, más gotas caían dentro del cántaro, que empezaba a llenarse.
Los caminantes que llegaban a la fuente, al ver que ésta no les daba agua y el cántaro estaba lleno, bebían de él y se marchaban.
Con el tiempo se corrió la voz y nadie se acercaba a beber del agua de la fuente, sino que bebían directamente del cántaro que estaba junto a ella. La fuente empezó a sentirse muy triste porque nadie le hacía caso. Incluso dejó de cortar el chorro de agua, pero dio lo mismo. La gente se había cansado tanto de su grosería y su egoísmo. Todo el mundo la ignoraba.
L
as gotas de agua, viendo a su fuente tan triste, decidieron ayudarla. Una gota de agua dijo:
- Dejaremos de saltar para que la gente vuelva a beber de la fuente.
- ¿Pero cómo sabemos que la fuente no volverá a hacer de las suyas? -dijeron varias gotas a la vez.
- La fuente se merece que la ayudemos para que así también se dé cuenta de su error.
- Tienes razón, ¡así lo haremos!
Las gotas de agua hicieron correr la voz y pronto el cántaro que estaba junto a la fuente dejó de tener agua. La gente tuvo que volver a beber directamente de la fuente, que, desde entonces, todos los días sin excepción comparte su agua con todo el que la necesita.