La rata pirata no era la mascota de nadie. De hecho, había alguien en el barco que siempre estaba con ella y le ayudaba en todo lo que necesitaba. Se trataba de un gato que no la dejaba ni a sol ni a sombra.
El gato y la rata eran grandes amigos. Esta es la historia de su amistad.
Tiempo atrás, el gato y la rata se llevaban muy mal. El gato siempre estaba persiguiendo a la rata. A todos los piratas les hacía mucha gracia ver cómo la rata huía del gato, incluso alentaban al felino para que siguiera haciéndolo.
Un día, una gran tormenta sorprendió al barco pirata en alta mar. Todos los piratas trabajaron con todas sus fuerzas para mantener el barco a flote. Pero no pudieron evitar que el barco sufriera daños.
El gato, muerto de miedo, estaba escondido en la cubiertas, detrás de unas sogas. Parecía que allí estaba seguro, hasta que un golpe de mar provocó que se desprendieran partes del barco.
La rata, que estaba en un agujero, vio cómo un trozo de madera iba hacia el gato. Sin pensárselo, salió de su escondite y empujó al gato. Pero a la rata no le dio tiempo escapar y se le quedó la pata atrapada.
El capitán había visto todo y fue a liberar a la rata, pero su pata estaba destrozada.
-Gato, lleva a la rata a mi camarote y no salgáis de ahí -dijo el capitán.
El gato obedeció y cuidó a la rata hasta que todo hubo pasado. En cuanto volvió la calma, el curandero del barco curó a la rata y le puso una pata de palo.
-A partir de ahora serás la rata pirata -dijo el capitán-. Por tu valentía y generosidad tendrás al gato a tu servicio.
Desde entonces, el gato cuida a la rata, pero lo hace de corazón, porque sabe que le debe la vida a la rata y está profundamente agradecido.