Hace mucho tiempo, en la ciudad de Hiroshima, en Japón, vivió una niña de sonrisa brillante y ojos llenos de sueños llamada Sadako. Aunque su mundo había sido sacudido por la guerra cuando era muy pequeña, en su corazón sobrevivía la esperanza.
Sadako amaba correr mientras sus coletas danzaban al viento. Pero un día, mientras corría, un dolor agudo la atravesó y cayó al suelo. Los médicos dijeron que estaba enferma a causa de algo invisible y silencioso que la guerra había dejado atrás.
—Sadako, tienes que quedarte en el hospital —le dijo su madre, con lágrimas en los ojos, acariciando su frente.
En el hospital, la pequeña ventana de su habitación se convirtió en su nuevo mundo. A través de ella, veía a los pájaros volar, libres y felices, y soñaba con correr nuevamente bajo el cielo azul.
Un día, su mejor amiga, Chizuko, fue a visitarla con papel de colores en la mano y una historia.
—Sadako, ¿has oído hablar de la leyenda de las mil grullas de papel? —preguntó Chizuko, sus ojos brillando con emoción.
—No, cuéntamela —respondió Sadako.
—Se dice que si doblas mil grullas de papel, los dioses te concederán un deseo. Creo que si lo intentas, podrás salir de aquí y correr de nuevo—dijo Chizuko, entregándole el papel.
Sadako sonrió, y con manos temblorosas, comenzó a doblar la primera grulla, poniendo en cada pliegue sus sueños, esperanzas y el deseo de vivir. Día tras día, grulla tras grulla, su habitación se llenó de color y vida.
Aunque su cuerpo se debilitaba, su espíritu se elevaba con cada grulla que creaba. Sadako soñaba con las grullas, volando alto, llevando sus deseos al cielo. Y en cada sueño, ella corría junto a ellas mientras su risa se esparcía con el viento.
Las enfermeras, los doctores y otros niños en el hospital estaban impresionados con la perseverancia de Sadako. Su habitación se convirtió en un lugar de esperanza, donde las grullas de papel danzaban en el aire, susurros de un deseo compartido por todos: paz.
Sadako no llegó a doblar las mil grullas, pero su historia no termina ahí. Las grullas que creó volaron más allá de su habitación, tocando los corazones de todos los que escucharon su historia.
Después de que Sadako cerrase sus ojos por última vez, sus amigos, su familia y las personas de todo el mundo continuaron doblando grullas en su honor. La historia de la pequeña niña que dobló grullas para cumplir un deseo se convirtió en un símbolo de paz y esperanza que cruzó océanos y fronteras.