El profesor Ramiro era un inventor. Sus inventos eran tan novedosos que muchos lo tomaban por loco, pero a él eso le daba igual. Su último invento eran unas gafas muy especiales: ¡las gafas emocionales!
—¡Clara, ven a ver esto! —gritó desde su taller lleno de tubos y destellos.
Clara, su ayudante, corrió hacia la voz del profesor. Siempre estaba emocionada por los nuevos inventos, pues cada uno era una aventura.
—¿Qué es esta vez, profesor? —preguntó, asomando su cabeza por la puerta del taller.
—Mis gafas emocionales. Con ellas puedes ver los sentimientos de las personas en colores. Mira, te mostraré cómo funciona.
El profesor colocó las gafas en los ojos de Clara, y de repente, el mundo se transformó. Donde antes habÃa personas, ahora habÃa arcoÃris ambulantes.
—¡Wow! Esto es increÃble, profesor.
—SÃ, pero ten cuidado, Clara. Los colores te mostrarán más de lo que la gente puede decir.
Una tarde, mientras paseaban por el parque, Clara, usando las gafas, observó al Señor Gruñón, un vecino conocido por su mal humor. Pero a través de las gafas, no vio rojo de enojo, sino azul oscuro de tristeza.
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€”Profesor, el Señor Gruñón no está enojado, está... triste.
—Asà es, Clara. A veces, las personas ocultan sus verdaderos sentimientos.
Decididos a ayudar, Clara y el profesor planearon una fiesta sorpresa en el parque para el Señor Gruñón. Invitaron a todo el pueblo y decoraron el parque con guirnaldas y globos.
El dÃa de la fiesta, el Señor Gruñón llegó al parque y se sorprendió. Clara observaba, sin las gafas, cómo su rostro se iluminaba poco a poco. Sin necesidad de ver los colores, podÃa sentir la alegrÃa del Señor Gruñón.
—Profesor, creo que he aprendido algo muy importante hoy.
—¿Y qué es eso, Clara?
—Que no necesito gafas para ver cómo se sienten los demás. Puedo verlo en sus acciones y en sus palabras.
Y asÃ, con una fiesta llena de risas y colores cálidos de felicidad, Clara y el profesor Ramiro no solo cambiaron el dÃa del Señor Gruñón, sino el corazón de todo el pueblo.
Desde ese dÃa, las gafas emocionales quedaron en un cajón del taller del profesor. No porque estuvieran rotas, sino porque Clara habÃa descubierto que el mejor modo de ver los sentimientos es con el corazón.
Clara aprendió que más allá de la tecnologÃa, la comprensión y la empatÃa son las verdaderas herramientas para conectarse con los demás.