Lui era un gnomo al que le costaba mucho trabajo levantarse por las mañanas, y siempre se quedaba en la cama hasta más de las doce durmiendo para librarse así de las tareas que había que hacer en la aldea. Sus compañeros ya no sabían qué hacer para despertarlo, hasta que finalmente dejaron de intentarlo.
Un día, cuando amaneció, los gnomos más madrugadores vieron a lo lejos que se acercaba algo muy extraño. Era una especie de nube negra que avanzaba despacio. Jof, el jefe de la aldea, buscó a sus amigos los pájaros para que se acercaran volando a ver qué era aquello que se acercaba, pero estaban tan asustados que no fue capaz de encontrar a ninguno que quisiera ir.
- Yo iré a ver qué es aquello, jefe Jof- dijo Doper, el gnomo explorador.
- Está bien, amigo -respondió el jefe -. Pero sé prudente y no te acerques demasiado.
Cuando Doper volvió no traía muy buenas noticias. Lo que se acercaba era una nube de insectos negros y peludos que iban devorando todo a su paso.
- Amigos y vecinos -dijo Jof a los gnomos que estaban con él -debemos recoger nuestra cosas rápidamente y marcharnos de aquí. Lo que se acerca no es nada bueno.
Los gnomos fueron a buscar a sus familias y a preparar su equipaje para marcharse rápidamente de allí. En menos de una hora la aldea quedó vacía. Bueno, vacía del todo no. Nadie se había acordado de ir a despertar a Lui, que seguía durmiendo plácidamente en su cama.
- ¡Jefe Jof, espere! -gritó Doper -. Nos hemos olvidado a Lui.
- No podemos volver atrás, es muy peligroso -respondió Jof.
- Yo iré a buscarlo y nos reuniremos con vosotros.
Doper se fue corriendo, aunque llegó por los pelos. Menos mal que Lui se acaba de levantar en ese momento y abrió la puerta de su casa para tomar el aire.
- ¡Corre para dentro Lui! -gritó Doper.
- ¿Qué?
Lui estaba tan dormido que no se había enterado que a menos de tres pasos tenía una avanzadilla de bichos que le miraban con ojos hambrientos.
Pero aprovechando que la puerta estaba abierta, Doper lo empujó dentro y cerró dando a los bichos con la puerta en las narices.
- Gracias, Doper, si no llega a ser por ti esos bichos me hubiera devorado vivo. ¿Qué ha pasado? ¿Dónde están todos?
- Cuando nos levantamos esta mañana y vimos que se acercaban preparamos nuestras cosas y nos fuimos le contó -Doper a Lui.
- Gracias por venir a buscarme, amigo. Siento mucho que por eso te hayas quedado conmigo aquí encerrado.
Pasaron los días y los bichos, por fin, se fueron. Cuando Doper y Lui salieron vieron que apenas quedaba nada de lo que había sido su aldea.
- Deberíamos ir en busca de los demás -dijo Lui.
- Pero han pasado muchos días, y no sabemos hacia dónde han ido -respondió Doper -. Será mejor que nos quedamos aquí, seguro que vuelven. Esos bichos destruirán todo lo que encuentren a su paso y no podrán quedarse en ningún sitio mucho tiempo.
- Pero no queda nada, está todo destruido -protestó Lui -. ¿Qué vamos a comer? ¿Qué vamos a hacer?
-Reconstruiremos la aldea -dijo Doper -, y por la comida no te preocupes, mañana por la mañana madrugaremos para ir a buscarla.
- ¿Madru… qué?
- Me he quedado aquí atrapado por ti, amigo, creo que merezco que hagas un esfuerzo y me ayudes.
- Tienes razón, Doper. No tendría que haber dicho eso. Te prometo que te ayudaré.
A la mañana siguiente Lui le dio una gran sorpresa a Doper. Se había levantado incluso más temprano que él para ir a buscar algo para desayunar y empezar el día con energía.
Entre los dos amigos empezaron a reconstruir poco a poco la aldea. Trabajaron mucho y cuando los gnomos volvieron agradecieron mucho a los dos amigos que hubieran arreglado todo.
A Lui no se le volvieron a pegar las sábanas nunca más y descubrió que el día es mucho más interesante cuando te levantas temprano con ganas de trabajar y disfrutar con tus amigos.