Manolito estaba sentado en un rincón de la clase. Era su primer día y no conocía a nadie. Manolito y su familia se habían cambiado de casa a mitad de curso. Por algo de trabajo. Eso había entendido Manolito.
Y ahora Manolito era en el nuevo cole. Todos los niños jugaban y reían. Manolito los miraba desde su rincón. Pero no se atrevía a ir con ellos. ¡Pobre Manolito, ahí, tan solito!
Después de un rato, llegó la maestra. Manolito ya la conocía. Sus papás habían ido al cole con él a conocerla. Era muy simpática. O eso había pensado Manolito, porque apenas había despegado la cara de la pierna de su mamá para mirar a la maestra.
-Acercaos, que os voy a presentar a alguien -dijo la maestra.
Todos los niños se acercaron y se sentaron en el suelo, formando un círculo junto a la maestra. Todos menos Manolito, que seguía escondido.
-Manolito, acércate y siéntate a mi lado, por favor -dijo la maestra, haciendo sitio para que se sentara.
Manolito fue hacia ella, despacito y mirando al suelo.
-Este es Manolito -dijo la maestra-. Desde hoy será nuestro nuevo compañero. ¡Saludemos a Manolito!
-¡Hola, Manolito! -gritaron los niños-. ¡Bienvenido!
-Ahora, por orden, os presentareis -dijo la maestra-. Vais a decir vuestro nombre y algo que os guste mucho. Empieza, Carolina, luego Inés, después Carlos… así, hacia la derecha.
-Hola, me llamo Carolina y me encanta el zumo de naranja natural, pero sin azúcar.
-Manolito -dijo la maestra-. Ahora tienes que decirle “hola” a Carolina, y luego a todos los niños cuando se presenten.
-Hola, Carolina -dijo Manolito muy bajito y mirando al suelo.
-No te ha oído -dijo la maestra-. Díselo un poco más alto y mírala un poquito.
-Hola, Carolina -dijo Manolito, mirando casi de reojo.
-¡Mucho mejor! -dijo la maestra. A ver, el siguiente.
-Hola, soy Inés y me gusta mucho jugar con las construcciones.
-Hola, Inés -dijo Manolito, un poquito más confiado.
-Hola, me llamo Carlos y tengo muchas ganas de ser tu amigo, si tú quieres.
-Hola, Carlos -dijo Manolito, sonriendo-. Vale, seremos amigos.
Y así, uno por uno, todos los niños se fueron presentando. Cuando todos terminaron Manolito estaba mucho más contento y ya no sentía vergüenza.
Ese día lo pasaron jugando en grupo y haciendo un montón de actividades. ¡Qué bien se lo pasó Manolito! Y ¡qué contento llegó a casa!
-Este cole es genial -le dijo Manolito a sus padres.
Y así fue como Manolito dejó de estar solito.