Marcos llegó a la playa el primero. Le gustaba madrugar y colocar su tumbona en primera línea para disfrutar de los primeros rayos del sol del día.
Veraneaba todos los años en Mallorca, en la ciudad de Alcudia. Durante el el resto del año, en su trabajo como administrativo, contaba los días en el calendario para empezar a hacer la maleta. Tenía tantas ganas de irse de vacaciones que ya en marzo empezaba a hacer la lista de las cosas que tenía que llevarse.
Siempre era muy previsor hasta que un verano, con las prisas, se dejó su toalla favorita en su casa de Barcelona. Cuando llegó a Alcudia tuvo que comprar una pero no fue capaz de encontrar una tan suave como la suya. Desde ese momento apuntaba en la lista todo lo que necesitaría en sus vacaciones y la repasaba meticulosamente.
- A ver: gafas de sol, crema solar, gorra, bañador, chanclas… parece que no me dejo nada - decía al repasar su lista.
De hecho las chanclas era lo primero que siempre metía en la maleta. Sobre todo desde aquel día en el que un cangrejo le pellizcó en la planta del pie y lo tuvo hinchado durante dos días casi sin poder caminar. Lo que le ocurrió a Marcos es que al entrar en el agua el cangrejo se sintió amenazado y le pellizcó con una de sus pinzas.
D
esde entonces Marcos no se baña nunca sin chanclas, de esas que se usan en el río para que no nos hagamos daño con las piedras del fondo.
Así que ese verano Marcos iba bien preparado. Cuando esa mañana llegó a la playa lo primero que le apeteció fue darse un baño porque había pasado una noche muy calurosa. Se quitó sus chanclas y se dispuso a entrar al agua. Fue en ese momento cuando vio un cangrejo diferente. Le faltaba una pinza y estando boca abajo no era capaz de darse la vuelta. Marcos lo rodeó y casi ni lo miró. Al meter un pie en el agua oyó como una voz le decía:
- Ayúdame, ayúdame, no puedo respirar.
Marcos pensó que la había dado mucho el sol en la cabeza y que por eso oía cosas extrañas. Pero al rato, cuando chapoteaba en la orilla, volvió a oír las mismas palabras.
Al final algo le hizo cambiar de actitud y decidió acercarse al pez.
- Ayúdame a darme la vuelta, no te voy a picar, confía en mí - le dijo el cangrejo
En un principio Marcos desconfió porque pensaba que era la misma especie que le había picado aquella vez. Al final se convenció a sí mismo de que no tenía por qué ser así. Que no podía desconfiar de todos los cangrejos porque uno le hubiera hecho tanto daño aquella vez. Así que cogió una de las palas de su canoa y le dio la vuelta al cangrejo.
Vio cómo se alejaba nadando con dificultad dándole las gracias.
- Gracias amigo. Prometo que nunca volveremos a picarte, lo siento. Has demostrado tener un gran corazón ayudándome. Te estaré siempre agradecido.