Hace mucho tiempo, allá por el siglo V, había en Egipto un esclavo de origen etíope que había sido expulsado por su propio amo debido a sus muchas fechorías. Moisés, que así se llamaba el esclavo, era en verdad un auténtico delincuente que llegó a liderar un importante grupo de bandidos. Estos bandidos, con Moisés a la cabeza, que actuaban en las orillas del río Nilo, pronto se hicieron famosos por sus muchas fechorías.
Un día, un pastor pilló a Moisés tratando de perpetrar un robo. El pastor, con gran valentía consiguió evitarlo. Moisés huyó, pero se sintió tan perturbado por aquello que decidió vengarse. Así, días después, Moisés cruzó a nado el Nilo en busca del pastor, dispuesto a darle una buena paliza. Pero cuando llegó a su destino el pastor no estaba.
Moisés regresó con su banda, lleno de odio e ira. Mucho debió de cegarle, porque sus crímenes y los de los bandidos que le acompañaban eran cada vez más llamativos. Eso provocó que tuvieran que huir muchas veces.
En una de esas huidas Moisés se refugió en un monasterio. Las autoridades le pisaban los talones, y tuvo que quedarse allí un tiempo. Los monjes, en vez de delatarte o de enfrentarse a él, le acogieron.
La paz de la vida monástica hizo mella en Moisés, que terminó convirtiéndose al cristianismo y dedicando su vida a Dios. De esta manera, fue tonsurado monje y ordenado sacerdote.
Moisés llevó una vida de paz y recogimiento, abandonando completamente la violencia. Incluso inspiró a otros muchos bandidos y ladrones que terminaron siguiendo su ejemplo y convirtiéndose en sus discípulos.
La vida de Moisés acabó a la edad de 75 años, cuando un grupo de bandidos atacó el monasterio. Moisés les dijo a los monjes que no rechazaran a los bandidos con violencia.
-Escondeos lejos de aquí-les dijo-. Yo les plantaré cara.
-Pero morirás, Moisés -le respondieron.
-Este será mi castigo. Ya lo dicen las escrituras: Quien a hierro mata, a hierro muere -respondió él.
Moisés se quedó, junto con seis de sus discípulos, que se negaron a dejarle solo. Los siete murieron como mártires mientras protegían la huida de sus compañeros, sin oponer resistencia ni manifestar ningún tipo de violencia.
Es por eso por lo que a San Moisés se le honra como apóstol de la no violencia y es venerado en las Iglesias católica, ortodoxa, copta, ortodoxa y luterana, así como en las Iglesias ortodoxas orientales.