Susana era una niña bastante tímida que vivía en una gran ciudad. Sus padres eran médicos y un día sus jefes decidieron trasladarlos a otro hospital. Como consecuencia, toda la familia se tuvo que mudar. La niña tenía dos muy buenas amigas, con quienes siempre jugaba en el parque y en el cole. Era tan fuerte su amistad que los padres de Susana no sabían cómo encajaría la niña la noticia.
Un día, después de cenar, le comentaron que tenían que trasladarse a una nueva ciudad donde podría hacer nuevos amigos. Por desgracia, Susana se lo tomó muy mal, aunque de algún modo sentía curiosidad por emprender una nueva aventura en otra ciudad. De todos modos, como era muy orgullosa, ante sus padres se mostró triste y pesarosa.
El día de la mudanza, Susana se despidió de sus amigas entre lágrimas, prometiéndoles que volvería de visita para los cumpleaños. Susana empaquetó todos sus juguetes y libros y los señores de la mudanza se encargaron de subirlo todo al camión. Llevaba consigo todas sus pertenencias, recuerdos de sus amigos y compañeros del barrio. Susana estaba nerviosa por saber cómo sería la ciudad, el nuevo colegio y sus nuevas amigas.
Al llegar, la niña descubrió que en la parte trasera de la nueva casa había un patio en el que podría jugar todos los días al regresar del colegio, ya que había una canasta y un espacio para poner una huerta. Cuando descubrió su nuevo cuarto todo mejoró mucho más. Era luminoso y suficientemente amplio para colocar todos sus juguetes, libros y pinturas. Hasta le cabía su bici en una esquina. Le gustaba tanto el ciclismo que le encantaba dormirse por las noches observando cómo brillaba la bici.
Al cabo de solo dos semanas, Susana había hecho dos nuevas amigas: Loreto y Carmen. A pesar de que se lo pasaba estupendamente con ellas, se acordaba muchas veces de las amigas que había dejado en la otra ciudad. Como sus padres se dieron cuenta de esos momentos de nostalgia, organizaron un fin de semana de encuentro. Invitaron a las antiguas amigas de la niña a la nueva casa.
P
asaron un fin de semana entero disfrutando de todo tipo de juegos y actividades. Las niñas de la nueva ciudad también habían sido invitadas así que, al final, se hicieron amigas unas de otras. Como en realidad las dos ciudades no estaban tan distantes entre sí, las familias de las niñas acordaron que podrían hacer esos encuentros de vez en cuando. Unas veces en un sitio y otras veces en otro.
De todos modos y de forma inevitable las niñas fueron creciendo y tomando caminos diferentes en la vida. A pesar de que con el paso de los años muchas no acabaron viviendo en ciudades distintas, sino también en países diferentes, siempre recordaron con cariño los años que compartieron. Se juntaban muy de vez en cuando para tomar café y compartir experiencias de la vida. Para recordar lo felices que habían sido juntas. Porque la vida cambia, pero los buenos momentos siempre nos acompañan.