Barba Azul
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Barba Azul

Edades:
A partir de 12 años
Barba Azul Había una vez un hombre muy rico, pero muy feo y de aspecto desagradable, pues tenía la barba azul. Por eso le llamaban Barba Azul.

Barba Azul tenía una vecina, una dama distinguida, que tenía dos hijas muy hermosas. Él le pidió la mano de una de ellas, dejando a su elección cuál querría darle. Ninguna de las dos quería. Además de su desagradable barba, a la muchachas les disgustaba que el hombre ya se había casado varias veces y nadie sabía qué había pasado con esas mujeres.

Barba Azul, para conocerlas, las llevó con su madre y sus mejores amigas, y algunos jóvenes de la comarca, a una de sus casas de campo. Todo marchó tan bien que la menor de las jóvenes empezó a ver a Barba Azul con mejores ojos.

Tan pronto hubieron llegado a la ciudad, quedó arreglada la boda. Al cabo de un mes, Barba Azul le dijo a su mujer que tenía que viajar durante seis semanas por negocios. Le pidió que se divirtiera en su ausencia.

-Te dejo las llaves de los dos guardamuebles -le dijo-. Y esta, que es la llave maestra de todos los aposentos. Y esta otra, que es la llave del gabinete que está la galería. Haz lo que quieras, pero te prohibo entrar a este pequeño gabinete. Si lo abres todo lo podéis esperar de mi cólera.

Ella prometió cumplir exactamente con lo que se le acababa de ordenar; y él, luego de abrazarla, sube a su carruaje y emprende su viaje.

Las vecinas y las buenas amigas no se hicieron de rogar para ir donde la recién casada. De inmediato empezaron a recorrer las habitaciones, los gabinetes, los armarios de trajes, a cual de todos los vestidos más hermosos y más ricos. No cesaban de alabar y envidiar la felicidad de su amiga quien, sin embargo, no se divertía nada al ver tantas riquezas debido a la impaciencia que sentía por ir a abrir el gabinete que le había prohibido su marido.

Tan apremiante fue su curiosidad que, desatendiendo a las visitas, fue a abrirlo. Al llegar a la puerta del gabinete, se detuvo durante un rato, temiendo que esta desobediencia pudiera acarrearle alguna desgracia. Pero la tentación era tan grande que no pudo superarla y, temblando, abrió la puerta del gabinete.

Al principio no vio nada, porque las ventanas estaban cerradas. Poco a poco empezó a ver que en el suelo había restos de sangre de las mujeres anteriores que había tenido Barba Azul. Creyó que se moría de miedo, y la llave del gabinete, que acababa de sacar de la cerradura, se le cayó de las manos

Después de reponerse un poco, recogió la llave, volvió a salir y cerró la puerta. Subió a su habitación para recuperar un poco la calma; pero no lo lograba, tan conmovida estaba.

Intentó limpiar la llave, que estaba manchada de sangre, pero la sangre no se iba, porque la llave era mágica, y no había forma de limpiarla del todo.

Barba Azul regresó esa misma tarde. Su esposa hizo todo lo que pudo para demostrarle que estaba encantada con su pronto regreso.

Al día siguiente, Barba Azul le pidió que le devolviera las llaves. Ella se las dio, pero temblaba tanto que él adivinó sin esfuerzo todo lo que había pasado.

-¿Y por qué -le dijo- la llave del gabinete no está con las demás?

-Tengo que haberla dejado -contestó ella- arriba sobre mi mesa.

-Pues a ver si la buscas y me la devuelves muy pronto -dijo Barba Azul.

Después de aplazar la entrega varias veces, no hubo más remedio que traer la llave.

Cuando Barba Azul la vio, le dijo a su mujer:

-¿Por qué hay sangre en esta llave?

-No lo sé -respondió la pobre mujer, pálida.

-Tú no lo sabes -repuso Barba Azul- pero yo sé muy bien qué ha pasado. ¡Has tratado de entrar al gabinete prohibido! Pues bien, entrarás allí y ocuparás tu lugar junto a las damas que allí habéis visto.

Ella se echó a los pies de su marido, llorando y pidiéndole perdón. Habría enternecido a una roca, hermosa y afligida como estaba; pero Barba Azul tenía el corazón más duro que una roca.

-Hay que morir, señora -le dijo- y de inmediato.

-Puesto que voy a morir -respondió ella mirándolo con los ojos bañados de lágrimas-, dame un poco de tiempo para rezarle a Dios.

-Te doy medio cuarto de hora -replicó Barba Azul-, y ni un momento más.

Cuando estuvo sola llamó a su hermana y le dijo:

-Ana, hermana mía, te lo ruego, sube a lo alto de la torre, para ver si vienen mis hermanos, prometieron venir hoy a verme, y si los ves, hazles señas para que se den prisa.

Ana subió a lo alto de la torre, y la pobre afligida le gritaba de tanto en tanto:

-Ana, hermana mía, ¿no ves venir a nadie?

Y la hermana respondía que no.

Mientras tanto Barba Azul le gritaba con toda sus fuerzas a su mujer:

-Baja pronto o subiré hasta allá.

-Espera un momento más, por favor - respondía su mujer; y seguía preguntando a su hermano si veía a alguien, pero ella insistía que no.

Barba Azul
-Baja ya -gritaba Barba Azul- o yo subiré.

-Voy en seguida -le respondía su mujer; y luego suplicaba-: Ana, hermana mía, ¿no ves venir a nadie?

-Veo -respondió la hermana Ana- una gran polvareda que viene de este lado.

-¿Son mis hermanos?

-¡Ay, hermana, no! Es un rebaño de ovejas.

-¿No piensas bajar? -gritaba Barba Azul.

-En un momento más -respondía su mujer; y en seguida clamaba-: Ana, hermana mía, ¿no ves venir a nadie?

-Veo -respondió ella- a dos jinetes que vienen hacia acá, pero están muy lejos todavía… ¡Alabado sea Dios! -exclamó un instante después-, son mis hermanos; les estoy haciendo señas tanto como puedo para que se den prisa.

Barba Azul se puso a gritar tan fuerte que toda la casa temblaba. La pobre mujer bajó y se arrojó a sus pies, deshecha en lágrimas y enloquecida.

-Es inútil -dijo Barba Azul- hay que morir.

Estaba a punto de matarla cuando ella le pidió un instante más.

-No, no, -dijo él- encomiéndate a Dios.

En ese mismo instante golpearon tan fuerte a la puerta que Barba Azul se detuvo bruscamente; al abrirse la puerta entraron dos jinetes que, espada en mano, corrieron derecho hacia Barba Azul.

Este reconoció a los hermanos de su mujer, uno dragón y el otro mosquetero, de modo que huyó para guarecerse. Pero los dos hermanos lo persiguieron, lo atraparon y acabaron con él.

Como Barba Azul no tenía herederos su esposa pasó a ser dueña de todos sus bienes, que compartió con sus hermanos, pues les debía la vida.
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