—Mamá, mamá, ¿puedo montar en bicicleta? —preguntó Alfonsina.
—¿Por qué no ibas a poder, hija? —dijo su madre.
—¿Y puedo competir? —preguntó Alfonsina.
—¿Por qué no? ¿A qué vienen esas preguntas? —dijo su madre.
—¿Seguro? —insistió Alfonsina—. Hoy nos han contado en el cole que hay una ciclista muy famosa a la que no dejan competir, porque dicen que el ciclismo es cosa de hombres.
—Imposible, eso no es verdad —dijo su madre—. A ver, ¿quién es esa ciclista tan famosa?
—Una que se llama como yo, Alfonsina. Pero no me acuerdo del apellido —dijo la niña.
—¿Ves como hay que prestar atención a los detalles y enterarse bien de las cosas? —dijo mamá—. Te refieres a Alfonsina Strada, ¿a que sí?
—Esa, esa, Alfonsina Strada —dijo la niña—. Estoy muy indignada.
—A ver, hija, que Alfonsina Strada nació hace mucho, en 1891, cuando las cosas eran muy diferentes —dijo su madre.
—Ups —dijo Alfonsina.
—Alfonsina Strada fue la primera mujer ciclista —empezó a explicar su madre—. En su época las niñas no montaban en bicicleta, pero ella era muy testaruda y nunca dejó que le quitaran la idea montar.
—¿Y corrió en alguna carrera? —preguntó Alfonsina.
—¡Claro! —dijo mamá—. Consiguió correr el Giro de Italia, una de las carreras ciclistas más importantes del mundo, que dura varias semanas y es muy dura. Y ella fue la única mujer que participó.
—¿Ganó? —preguntó la niña.
—No, pero terminó, que ya es mucho —dijo su madre—. En aquella edición de la carrera, solo un tercio de los participantes consiguió finalizar la competición.
—¿Un tercio? —preguntó Alfonsina—. ¿Cuánto es eso?
—De cada tres participantes, uno terminó y dos se rindieron por el camino o se hicieron daño y no pudieron continuar —dijo su madre.
—¡Wala! —dijo Alfonsina—. Seguro que cuando volvió a correr ganó una medalla.
—No, hija, ya no la dejaron correr más —dijo su madre—. Le dijeron que esa era una carrera de hombres. Seguramente eso es lo que oíste.
—Sí, seguro que sí —dijo Alfonsina—. Pero ¿hoy las chicas sí podemos competir en ciclismo?
—¡Claro! —dijo su madre—. Hay carreras de mujeres y carreras de hombres, como en los demás deportes.
—Pues yo también quiero montar en bicicleta y competir en el Giro de Italia —dijo Alfonsina.
—Tendremos que quitarte los ruedines entonces, ¿no? —dijo su madre.
—Vale, quítame los ruedines —dijo Alfonsina—. Así podré ir más rápido. Tan rápido como Alfonsina Strada.