Goyo tenía muchas ganas de aprender a esquiar. Tantas ganas tenía que le había pedido a Papá Noel que le trajera un viaje con su familia para que todos pudieran aprender a esquiar. A Papá Noel le hizo tanto ilusión que un niño pidiera un regalo para compartir que decidió cumplir el deseo de Goyo.
Y allí estaban Goyo y su familia, al día siguiente de Navidad, de camino a una hermosa estación de esquí. Aquel año había nevado muchísimo, y el paisaje era una auténtico espectáculo.
El hotel estaba en plena estación de esquí. Desde su habitación, Goyo podía ver el telesilla y contemplar cómo los esquiadores se subían en él para luego descender por la pista abajo. Su sueño ya empezaba a hacerse realidad. Solo serían dos días, pues debían estar de vuelta para celebrar la Nochevieja con los abuelos. Pero con eso le bastaba.
-Mañana a primera hora tenemos nuestra primera clase de esquí, Goyo -dijo su madre-. Ahora, duerme.
Pero esa noche nevó y nevó. Nevó tanto que a la mañana siguiente que la pista estaba impracticable. Ni siquiera pudieron salir del pequeño hotel, pues la nieve no dejaba salir del edificio. Tampoco podía subir nadie, pues las carreteras estaban cortadas.
-Mamá, ¿qué vamos a hacer ahora? -preguntó Goyo.
-Mantengan la calma -dijo el director del hotel-. De momento tendremos que esperar aquí dentro. Tenemos víveres y leña para varios días. No pasaremos hambre ni frío. Estén tranquilos.
Pero Goyo no tenía ni hambre ni frío. Tenía miedo.
-Jovencito, tranquilízate -le dijo el director del hotel a Goyo, como adivinando lo que estaba pensando-. Lo pasaremos bien, a pesar de todo. De momento, vamos a preparar este lugar para recibir el nuevo año, por si acaso. Parece que el tiempo no va a ayudar.
Goyo se divirtió mucho ayudando con los preparativos de la Nochevieja. Y la Nochevieja llegó, justo el día que las carreteras quedaban listas para su uso. Pero como les daría tiempo a llegar a casa con la abuela, los padres de Goyo decidieron aceptar la invitación del hotel y se quedaron a celebrar la Nochevieja allí.
Lo mejor de todo fue que, gracias al esfuerzo de los trabajadores de la pista de esquí, el día de Año Nuevo la pista esta abierta al público, y Goyo pudo estrenar el año cumpliendo su sueño: aprender a esquiar, aunque solo fuera un poquito.