Braxus era un mago muy poderoso. Braxus tenía tanto poder que podía hacer lo que quisiera. Al principio, Braxus empleó su poder para hacer cosas buenas, pero, con el tiempo, el gran mago descubrió que podía aprovechar el poder en su beneficio y tener todo lo que quisiera. Eso terminó corrompiendo el alma de Braxus, lo que le llevó a convertirse en el más temido de todos los magos.
Aunque a todos los magos les parecía mal lo que hacía Braxus, a la hora de la verdad hacían la vista gorda, porque nadie tenía poder suficiente para enfrentarse a él. Pero un día, Braxus, no contento con su poder, decidió que quería tener todo el poder del mundo, así que empezó a raptar a otros magos para robárselo.
El consejo de magos se reunió en cuanto descubrieron lo que se proponía Braxus.
-Tenemos que parar a esa abominación -dijo Supremux, el presidente del consejo.
-¿Cómo? -dijo el mago Pilox-. Nadie tiene tanto poder como para enfrentarse a él.
-Unamos todas nuestras fuerzas -dijo el mago Norix.
-Es muy peligroso -dijo Pilox-. Podría ser nuestro último hechizo.
-Si no lo hacemos no duraremos mucho tiempo más -dijo Norix.
-Está bien, unamos nuestras fuerzas ahora que aún hay esperanza para nosotros -dijo Supremux-. No nos queda otra alternativa.
-Vayamos entonces al Gran Castillo de la Sabiduría -dijo Norix-. Nuestro hechizo será aún más potente si utilizamos la piedra sagrada.
Todos los magos se pusieron en marcha. El Gran Castillo de la Sabiduría quedaba a varias jornadas, y solo se podía llegar hasta él caminando.
Nada más ponerse en marcha, Braxus se interpuso en su camino. Todos los magos comprendieron que no podrían seguir adelante si Braxus no conseguía lo que quería, un mago para robarle su poder.
Norix se adelantó y retó al gran Braxus:
-Ven a por mí si puedes.
A Braxus le gustó la idea de jugar con su futura víctima y le siguió el juego.
-Rápido -dijo Supremux-. Que el sacrificio de Norix sirva para algo.
M
ientras los demás magos caminaban hacia el Gran Castillo de la Sabiduría Norix mantuvo a Braxus ocupado. Al cabo de tres días Norix recibió una señal telepática de los otros magos. Habían llegado a su destino.
Entonces, Norix, con sus últimas fuerzas, canalizó toda la energía del hechizo que sus compañeros conjuraban con la piedra sagrada. Del cuerpo de Norix empezó a salir una energía de tal magnitud que acabó derribando a Braxus.
Cuando los magos llegaron, Braxus y Norix yacían en el suelo con un hilo de vida. Con la piedra sagrada, Supremux devolvió el aliento vital a Norix. A Braxus le esperaba un destino ejemplar: su alma fue encerrada en una piedra lunar que se expuso en la sede del consejo de magos para que todos supieran qué pasaba con los traidores y los malvados.