Hace mucho tiempo, en un isla solitaria rocosa en medio de un océano poco conocido, unas sirenas descansaban en lo alto de unos riscos. A las sirenas les encantaba aprovechar la marea alta para subir y mirar desde allí al horizonte mientras estaba la marea baja.
El rey del mar les había avisado muchas veces de que eso era peligroso, porque las mantenía expuestas e indefensas.
-Algún día alguien os verá y os dará caza -les decía un día sí y otro el rey del mar.
-Es imposible subir a lo alto de estos riscos mientras no suba la marea -le decían las sirenas-. Nuestra cola nos permite huir muy rápido de cualquiera.
Un día, mientras las sirenas oteaban el horizonte desde el risco más alto y peligroso de toda la isla, apareció un gran barco.
-Rápido, sirenitas, tenéis que bajar de ahí -les avisó el rey del mar.
-No le dará tiempo a llegar hasta nosotras -dijo una sirena.
-Ni siquiera podrá llegar hasta aquí -dijo otra sirena-. Es demasiado grande.
Pero se equivocaban. El barco no podía acercarse, cierto, pero del barco salieron decenas de humanos en lanchas motoras.
-¡Oh, no! -gritó el rey del mar-. Ya vienen. Os cazarán y os llevarán lejos.
Las sirenas empezaron a gritar. Querían bajar, pero con la cola no podían.
-Tranquilas -dijo una sirena-. Esas lanchas no podrán acercarse mucho. Esta zona es peligrosa y no podrán desembarcar. Mirad, se alejan.
En efecto, las lanchas se alejaron hacia la playa, fuera de la vista de las sirenas, que descansaron tranquilas. Pero poco después….
-¡Se acercan humanos! -gritó una sirena que los vio desde su risco.
-¡Saltad! -gritó el rey del mar.
-Esto está muy alto -dijo una sirena-. Nos haremos daño.
-Pero ya vienen -dijo el rey del mar-. Os van coger.
-¡Ya hemos llegado! -dijo en ese momento uno de los humanos-. Os rescataremos, señoritas. No sabemos cómo habéis llegado ahí, pero no temáis, estáis a salvo.
-¿Cómo? ¿No venís a cazarnos? -dijo una sirena.
Los humanos se miraron unos a otros, sorprendidos por la pregunta.
-¡No! Os hemos visto ahí arriba y venimos a ayudaros a bajar -dijo un humano-. ¿Por qué querríamos cazaros? Ni que fuerais sirenas o algo así.
-Es que somos…. -empezó a decir una sirena.
-Es que somos escaladoras -interrumpió otra sirena-. Estamos aquí porque nos apetece.
-Pero no es entretengáis mucho -dijo un humano-. En cuanto suba la marea esto se va a poner muy peligroso. ¿Nos quedamos y os ayudamos a bajar?
-No hace falta, muchas gracias -dijo una sirena-. Se os hace tarde.
-Está bien. Ha sido un placer -dijeron los humanos mientras se alejaban-. Nos vamos a cazar sirenas, que dicen que por aquí hay una isla secreta donde viven muchas.
-¿Qué ha pasado aquí? -preguntó el rey del mar.
-Habrá sido el hechizo de la maga submarina que viene bajo el arrecife de coral -dijo una sirena-. No han visto nuestra cola.
-Pues os habéis salvado por los pelos -dijo el rey del mar-. Ese hechizo solo funciona de día, con la marea baja. En cuanto empiece a anochecer y la marea comience a subir ellos podrán veros.
-Ahora que piensan que aquí no hay sirenas no volverán -dijo una de ellas.
-No te confíes tanto -dijo el rey del mar-. Será mejor que seáis más precavidas y responsables. Si os descubren os ponéis en peligro a vosotras y nos ponéis en peligro a todos.
-Tendremos que buscar otra manera de disfrutar de las vistas -dijo una sirena.
-Mañana buscaremos la forma entre todos -dijo el rey del mar-. De momento, disfrutemos de la cena, que ya está lista.