Había una vez una niña llamada Clara que paseaba por el parque con sus papás. El parque estaba precioso, lleno de flores. La hierba estaba tan verde y con aspecto tan esponjoso que daban ganas de tumbarse sobre ella.
En árboles cantaban alegres los pajaritos. Las mariposas revoloteaban entre los arbustos. Y, de vez en cuando, se dejaba ver alguna lagartija en los troncos de los árboles o entre las grandes piedras.
De ponto algo asomó detrás de un árbol. Era pequeña, peludo y de aspecto asustado.
—¡Mira, mamá, un perrito! —dijo Clara.
Clara y sus padres se acercaron a ver al cachorro. Era de color blanco y canela, y parecía asustado.
—¿Lo habrán abandonado? —preguntó Clara.
—A lo mejor se ha perdido —dijo papá.
Clara sacó su bocadillo y le ofreció un poco de pan al perrito. Este se lo comió en un santiamén. Luego, la niña sacó el recipiente en el que llevaba un poco de fruta, se la comió y la llenó con parte del agua que tenía en su botella. El perrito se lo bebió todo enseguida.
—Te llamaré Clarito —dijo la niña.
—Pero no sabemos si este perro tiene nombre —dijo mamá.
—Tampoco si tiene dueño —dijo papá.
—Nos lo podemos llevar y cuidarlo mientras lo encontramos —dijo Clara.
—Pero primero lo llevamos al veterinario a ver qué nos dice —dijo mamá.
Los padres de Clara cogieron al perrito y fueron derechos a la clínica veterinaria. Allí el veterinario examinó al cachorro.
—Está sano, pero no tiene chip de identificación ni nada que nos diga quién es —dijo el veterinario. Y por aquí nadie ha venido reclamando ningún cachorro perdido.
—¿Qué podemos hacer? —preguntó Clara—. A mí me gustaría cuidar de Clarito mientras aparece su familia.
—¿Tus papás están de acuerdo? —preguntó el veterinario.
—Sí —dijo la niña, mientras sus padres asentían con la cabeza.
—Entonces, manos a la obra —dijo el veterinario—. Lo preparamos y te lo llevas. ¿Qué te parece si mientras tanto preparas un cartel para buscar a la familia de este perro con uno de mis auxiliares?
Clara se mostró entusiasmada. Mientras el veterinario se ocupaba del perrito ella le hizo una foto y ayudó al auxiliar a preparar un precioso cartel. Colgaron el cartel en la puerta de la clínica e imprimieron más para colocarlos por la zona.
Durante semanas Clara cuidó de Clarito sin que nadie preguntara por él. Así que el pequeño cachorro se convirtió en un precioso perro y pasó a forma parte de la familia.