Estela habÃa insistido por un largo tiempo a su padre para que la llevase con él a su trabajo. Su padre, Rafael, era un prestigioso detective, por eso muchas veces el ambiente no era el adecuado para una niña y por eso no habÃa cumplido el deseo de su pequeña hija.
Pero esta vez era diferente, Rafael y su equipo de trabajo tenÃan un caso qué no podÃan resolver. TenÃan suficientes pistas, pero no lograban descifrar lo que estas decÃan. Asà que a Rafael se le ocurrió una buena idea: invitarÃa su pequeña hija Estela a acompañarlo en un dÃa de trabajo en su oficina y aprovecharÃa para mostrarle las pistas para que ella se entretuviese mientras él y sus colegas seguÃan analizando el caso. A Rafael le serÃa más amena esa tediosa tarea acompañado por su hija, para relajarse de vez en cuendo en un pequeño recreo laboral con ella.
Asà que, a la mañana siguiente, Rafael se subió a su coche con su pequeña hija Estela. Una vez que llegaron a la oficina, Rafael le preparó el desayuno a la niña, la sentó en un escritorio desocupado y le dio una copia de las pistas del caso en el que estaban trabajando para que se entretenga.
—Mira hija, estas son las pistas, El caso es simple, hay un ladrón de bancos qué está atracando todos los bancos de la ciudad. Y aunque tenemos todas esas pistas y los bancos tienen cámaras, no hemos podido desvelar su identidad para atraparlo.
—De acuerdo papá, veré qué puedo hacer— dijo Estela.
Su padre la miró con ternura conociendo la dificultad del caso, asà que la dejó asà y se fue con sus compañeros a seguir trabajando en la resolución del crimen en cuestión.
Estela estaba compenetrada mirando las pistas, en el material que su padre habÃa dejado, habÃa fotos, copias de declaraciones, huellas, trozos de tela que habÃan encontrado en las escenas de los robos y otras tantas cosas.
Al cabo de unas dos horas, Estela se levantó de su silla y fue a buscar a su padre.
—Papá, creo que ya lo tengo, en mi opinión el ladrón es el señor Prado.
—¿El señor Prado? Hija, él es un gerente retirado del banco, y es uno de los más consternados por esta situación.
—Pues yo creo que es él. Mira papá, me puse a revisar desde mi móvil las redes sociales de todas las personas que habÃan declarado en el informe que me diste.
—Te sigo— dijo Rafael.
— Y bien, en primer lugar, descubrà que el señor Prado es un aficionado de las redes, al señor le gusta subir fotos casi todos los dÃas. Todo lo que hace lo documental en fotos o vÃdeos.
—Se ve que tiene tiempo ahora que está jubilado, ¿y qué hay con eso hija?
—En primer lugar, los dÃas en que el señor Prado no ha subido fotos, casualmente coinciden con los dÃas que hubo crÃmenes en los bancos. Y lo más claro para mÃ, tú me has dado en las pistas un trozo de tela verde pequeña, y en una foto familiar de un fin de semana en el campo, el señor Prado tiene puesto un abrigo verde que le falta un trocito igual al de esta pista.
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€”Muéstrame eso, hija, quiero verlo yo mismo— dijo Rafael ya considerando un poco más seriamente las palabras de Estela.
Rafael revisó con su hija lo que ella le acababa de explicar, y algo de sentido tenÃa para el detective. Luego Rafael llevó la teorÃa de su hija para verificarla con el resto de su equipo y tras una semana de realizar investigaciones más profundas en dirección a las sospechas de su hija comprobaron que estaban en lo cierto.
El señor Prado fue apresado, ya que se comprobó su culpabilidad. El hombre que estaba retirado inició la serie de robos, como una venganza por un pago que consideraba injusto a su retiro del banco como gerente. Como habÃa trabajado como banquero por décadas, sabÃa perfectamente como atracar el banco sin dejar rastros. Bueno, al menos eso es lo el señor Prado creÃa. Asà fue que Estela no solo consiguió lo que querÃa, acompañar a su padre en un dÃa laboral, sino que también lo ayudo a él a resolver un caso muy importante y se convirtió en detective por un dÃa.