Detective por un día
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Detective por un día

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A partir de 6 años
Detective por un día Estela había insistido por un largo tiempo a su padre para que la llevase con él a su trabajo. Su padre, Rafael, era un prestigioso detective, por eso muchas veces el ambiente no era el adecuado para una niña y por eso no había cumplido el deseo de su pequeña hija.

Pero esta vez era diferente, Rafael y su equipo de trabajo tenían un caso qué no podían resolver. Tenían suficientes pistas, pero no lograban descifrar lo que estas decían. Así que a Rafael se le ocurrió una buena idea: invitaría su pequeña hija Estela a acompañarlo en un día de trabajo en su oficina y aprovecharía para mostrarle las pistas para que ella se entretuviese mientras él y sus colegas seguían analizando el caso. A Rafael le sería más amena esa tediosa tarea acompañado por su hija, para relajarse de vez en cuendo en un pequeño recreo laboral con ella.

Así que, a la mañana siguiente, Rafael se subió a su coche con su pequeña hija Estela. Una vez que llegaron a la oficina, Rafael le preparó el desayuno a la niña, la sentó en un escritorio desocupado y le dio una copia de las pistas del caso en el que estaban trabajando para que se entretenga.

—Mira hija, estas son las pistas, El caso es simple, hay un ladrón de bancos qué está atracando todos los bancos de la ciudad. Y aunque tenemos todas esas pistas y los bancos tienen cámaras, no hemos podido desvelar su identidad para atraparlo.

—De acuerdo papá, veré qué puedo hacer— dijo Estela.

Su padre la miró con ternura conociendo la dificultad del caso, así que la dejó así y se fue con sus compañeros a seguir trabajando en la resolución del crimen en cuestión.

Estela estaba compenetrada mirando las pistas, en el material que su padre había dejado, había fotos, copias de declaraciones, huellas, trozos de tela que habían encontrado en las escenas de los robos y otras tantas cosas.

Al cabo de unas dos horas, Estela se levantó de su silla y fue a buscar a su padre.

—Papá, creo que ya lo tengo, en mi opinión el ladrón es el señor Prado.

—¿El señor Prado? Hija, él es un gerente retirado del banco, y es uno de los más consternados por esta situación.

—Pues yo creo que es él. Mira papá, me puse a revisar desde mi móvil las redes sociales de todas las personas que habían declarado en el informe que me diste.

—Te sigo— dijo Rafael.

— Y bien, en primer lugar, descubrí que el señor Prado es un aficionado de las redes, al señor le gusta subir fotos casi todos los días. Todo lo que hace lo documental en fotos o vídeos.

—Se ve que tiene tiempo ahora que está jubilado, ¿y qué hay con eso hija?

—En primer lugar, los días en que el señor Prado no ha subido fotos, casualmente coinciden con los días que hubo crímenes en los bancos. Y lo más claro para mí, tú me has dado en las pistas un trozo de tela verde pequeña, y en una foto familiar de un fin de semana en el campo, el señor Prado tiene puesto un abrigo verde que le falta un trocito igual al de esta pista.

âDetective por un día€”Muéstrame eso, hija, quiero verlo yo mismo— dijo Rafael ya considerando un poco más seriamente las palabras de Estela.

Rafael revisó con su hija lo que ella le acababa de explicar, y algo de sentido tenía para el detective. Luego Rafael llevó la teoría de su hija para verificarla con el resto de su equipo y tras una semana de realizar investigaciones más profundas en dirección a las sospechas de su hija comprobaron que estaban en lo cierto.

El señor Prado fue apresado, ya que se comprobó su culpabilidad. El hombre que estaba retirado inició la serie de robos, como una venganza por un pago que consideraba injusto a su retiro del banco como gerente. Como había trabajado como banquero por décadas, sabía perfectamente como atracar el banco sin dejar rastros. Bueno, al menos eso es lo el señor Prado creía. Así fue que Estela no solo consiguió lo que quería, acompañar a su padre en un día laboral, sino que también lo ayudo a él a resolver un caso muy importante y se convirtió en detective por un día.
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