P47-52 era un robot muy especial. P47-52 no solo sabía hacer de todo, sino que era capaz de pensar. El famoso inventor Hugo Piensaengrande había conseguido dotar a su robot de inteligencia artificial.
P47-52 era tan listo que por sí mismo había conseguido aprender a hablar, leer y escribir en varios idiomas, incluido en ruso y en chino. P47-52 también había aprendido a conducir, a cocinar y a muchas cosas más.
Un día, P47-52 escuchó en la televisión algo que despertó su curiosidad.
-Padre, ¿qué es eso que suena? -preguntó P47-52 a Hugo Piensaengrande.
-Es música -contestó el inventor.
-Sí, eso lo sé. Pero, ¿qué instrumento está tocando el músico? -preguntó el robot.
-Es un violín -respondió el inventor.
-Quiero aprender a tocar el violín -dijo P47-52.
-Está bien.Te compraré un violín -dijo el inventor.
Al día siguiente, Hugo Piensaengrande le llevó al robot lo que le había pedido. También le llevó varios libros y unos vídeos para que aprendiera, igual que había hecho otras veces en las que a Hugo se le había antojado aprender algo nuevo.
Pasaban los días y Hugo no avanzaba con el violín. Por mucho que se esforzaba, de aquel instrumento solo conseguía arrancar sonidos que más parecían maullidos de gato enfadado que cualquier otra cosa que pudiera llamarse música.
-Tal vez deberías dejarlo, P47-52. Parece que el violín no es lo tuyo -le dijo un día el inventor al robot.
-Quiero tocar el violín. Y no voy a parar hasta que lo consiga -dijo el robot.
-No recuerdo haberte programado para ser un cabezota -dijo el inventor.
El robot se quedó pensativo. Si su padre, el gran inventor, el que le había dado la vida, le decía que no podía tocar el violín tal vez fuera cierto. Entonces se le ocurrió una idea.
-¿Por qué no me programas para tocar el violín? -dijo el robot.
-Eso no puedo hacerlo. Tocar el violín o cualquier otro instrumento musical es mucho más que tocar las notas que hay escritas en una partitura. También se necesita oído, sensibilidad, ritmo y otras cualidades…
-Humanas -le interrumpió el robot.
-Eso es, P47-52 -dijo el inventor-. El violín no es para ti.
P47-52 se pasó las semanas siguientes viendo vídeos de violinistas y escuchando música, pero sin decir una sola palabra.
-¿Qué te pasa, P47-52? -preguntó el inventor.
-Estoy triste. Quiero tocar el violín, pero tú dices que no puedo. Me siento un inútil -dijo el robot.
-No digas tonterías. Eres un robot, no puedes tener sentimientos -dijo el inventor-. Además, no eres un inútil. Puedes hacer otras muchas cosas.
-Tal vez creas que como mi inteligencia es artificial no puedo sentir. Pero sí siento. Tal vez para ti sean sentimientos artificiales, pero para mí no lo son.
El inventor se quedó con la boca abierta.
-Voy a investigar una cosa.
Unos minutos después, Hugo Piensaengrande volvió al lugar donde había dejado al robot.
-He hecho cálculos nuevos y, ¿sabes una cosa? Creo que puedo modificar tu software para que puedas tocar el violín.
P47-52 se puso muy contento.
-Gracias, padre.
Ese mismo día, Hugo Piensaengrande hizo lo prometido P47-52 retomó sus prácticas con el violín. Y no solo consiguió sacar buen sonido a su violín, sino que se convirtió en un verdadero maestro.
Años después, el robot preguntó al inventor:
-Padre, ¿qué modificación hiciste en mi software para que pudiera tocar el violín?
-Ninguna, P47-57.
-Entonces, ¿qué ha pasado?
-Solo necesitabas creer en ti mismo y tener la suficiente fuerza de voluntad como para conseguir tus sueños.