Había una vez uno de esos caballeros con flamante armadura que viajaba por el mundo buscando aventuras. Era valiente este caballero, fuerte, hábil y muy inteligente. Gracias a ello se fue forjando una buena reputación.
Allá por donde iba, las gentes le aplaudían, le veneraban y le ofrecían viandas y alojamiento. Tales eran sus gestas que todos se sentían halagados por tenerlo en su casa.
Un día, el caballero valiente llegó a un viejo castillo. El señor lo recibió con mucho gusto y le invitó a pasar el tiempo que necesitara en su castillo.
-Tu fama te precede, joven caballero -le dijo el señor-. Tal vez puedas ayudarnos, ya que estás por aquí.
-Será un gusto serviros, señor -dijo el caballero.
Mientras hablaban, la hija del señor de castillo escuchaba sin ser vista.
-Verás, muchacho, vive por aquí cerca un villano que tiene asustada a toda la comarca -empezó a contar el señor del castillo-. No sabemos quién es ni dónde vive. Y siempre ataca de noche.
-¿Qué es lo que hace? - preguntó el caballero.
-Roba, arrasa, rompe… -dijo el señor del castillo-. A nadie daña, cierto, pero acaba con el trabajo y la ilusión de la gente.
-Me encargaré de él, señor -dijo el caballero-. Aunque me cueste la vida.
Esa misma noche, el caballero valiente salió del castillo para ver si veía al villano. Pero lo que hizo fue caer en su trampa.
-¿Nadie te ha dicho que todos los que salen a buscarme acaban desapareciendo? -dijo el villano.
Entonces algo golpeó al villano por la espalda y este cayó al suelo, inconsciente.
-Vamos, te ayudo -dijo alguien.
-¿Quién eres? -preguntó el caballero.
-La hija del señor del castillo. Hago esto siempre que alguien viene a ayudarnos.
-Pero ¿por qué no entregas al villano? -preguntó el caballero.
-Pesa mucho para mí -dijo la chica-. Si quieres puedes llevarlo tú ante mi padre y contarle lo que ha pasado.
-A ver si lo entiendo -dijo el caballero-. Si has hecho esto más veces, ¿por qué ningún otro caballero ha llevado al villano ante el señor del castillo?
-Llévalo tú, cuéntale a mi padre lo que ha pasado de verdad y te diré -dijo la muchacha.
-De acuerdo, así lo haré -dijo el caballero.
Cuando llegaron al castillo, el joven caballero contó al señor del castillo lo ocurrido, ante el asombro de todos.
-¿Me estás diciendo que este villano te ha cazado a ti nada más salir en su busca y que ha sido esta jovencita la que lo ha derrotado? -preguntó el señor.
-Sí, señor. Así ha sido -dijo el caballero.
-
Muchacho -dijo el señor-, sin duda te has ganado el apodo de caballero valiente, no por tu bravura, sino por tu honestidad. Porque pocas cosas demuestran tanta valentía como reconocer las debilidades y darle el mérito a los demás. Ninguno de los que ha pasado por aquí ha sido capaz de reconocer la verdad.
-Gracias, señor, solo he hecho lo que consideraba correcto -dijo el caballero-. También ha sido una lección para mí.
-Si lo deseas, puedes quedarte a trabajar aquí y asentar la cabeza -dijo el señor-. Necesito gente como tú por aquí.
-Todavía no he hecho todo lo que esperaba hacer, señor -dijo el caballero-. Pero cuando lo haga volveré por aquí, si le parece bien.
-Por supuesto, muchacho -dijo el señor-. Ya sabes que aquí tienes tu casa, para cuando decidas volver.
El caballero valiente se fue y siguió sus aventuras. Pero eso ya es otra historia.