El ladrón de pasteles
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El ladrón de pasteles

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El ladrón de pasteles Alba era una niña a la que le encantaba la repostería y que de mayor quería ser pastelera. En su casa siempre había algún bizcocho, pastel o tarta porque siempre que podía preparaba uno para comérselo en la merienda y compartirlo con toda la familia.

Alba hacía pasteles de chocolate, bizcochos de limón, tarta de queso y un montón de cosas más.

Los hacía con mucho cariño y esmero y siempre le quedaban muy bonitos porque los decoraba haciendo formas y añadiendo virutas de chocolate y detalles de colores.

Un día, Alba empezó a darse cuenta de que estaba pasando algo extraño. Cuando hacía un pastel siempre lo dejaba reposar por la noche para comerlo con la familia al día siguiente, pero desde hacía unos días todo lo que encontraba por la mañana era un trocito de pastel en vez del pastel entero. ¡Alguien se estaba comiendo sus pasteles!

- Mamá, ¿te has comido tu el pastel que preparé? – preguntó Alba
- No cariño, yo no he sido – respondió su madre
- ¿Has sido tu papá?
- No, yo tampoco

Alba sabía que algo raro estaba pasando, así que esperó a que llegara a casa su hermano Miguel para preguntarle. Y cuando por fin llegó, Alba se quedó muda con la historia que le contó su hermano:
- Alba, yo creo que sé lo que está pasando. Verás, hay un monstruo grande y gordinflón que por las noches se mete en las casas y se come todos los pasteles, las tartas y los bizcochos que prepararan los niños. Estoy segurísimo de que el monstruo se ha enterado de lo ricos que están tus postres y te los está robando.

Alba se quedó muy sorprendida, pero pensó que podía ser cierto, así que pensó un plan para dar un escarmiento al monstruo ladrón de pasteles.

Alba se puso manos a la obra y preparó dulces de todos los colores, formas y sabores.
- El monstruo de los pasteles se va a dar un festín con todas estas ricas tartas, pero lo que no sabe es que lo voy a pillar con las manos en la masa – pensó Alba

Estuvo haciendo tartas todo el día y, como siempre, las dejó reposar en la cocina y se fue a la cama después de cenar.

Cuando todo estaba tranquilo y su familia dormía, Alba se levantó y se escondió en un armario de la cocina a esperar, valientemente, al monstruo ladrón de pasteles.

El ladrón de pastelesDe repente, escuchó un ruido y cuando estuvo segura de que era el monstruo, abrió rápidamente el armario, salió de un salto y lanzó a la cara del monstruo dos tartas enormes llenas de nata y un montón bolitas de chocolate.
- ¡¡¡Aaaaahh!!! –gritó el monstruo
- ¡Qué daño me has hecho! ¡Y además me has dado un susto tremendo!
- ¡Miguel! ¿Eres tú? ¡La historia del monstruo era mentira! – le contestó Alba muy enfadada

Su hermano Miguel, se dio cuenta de que no había estado bien mentir a su hermana y con la cara llena de nata y chocolate, le pidió perdón muy avergonzado. Miguel aprendió la lección: siempre es mejor contar la verdad que una mentira, porque al final, ¡de todo se entera uno!
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