Era el primer día de campamiento y Adrián, Emma, Maribel y Amadeo estaban muy emocionados. Habían llegado al campamento junto al Lago Azul. Este lugar estaba lleno de árboles y flores, y también había un lago brillante. Los cuatro amigos estaban listos para vivir una gran aventura.
Una tarde, mientras caminaban por el bosque, Adrián tropezó con algo.
—¡Mirad! —dijo Adrián—. ¡He encontrado algo!
Era un diario viejo, cubierto de polvo. Emma, que amaba resolver acertijos, lo abrió con cuidado.
—Aquí dice que hay una leyenda sobre el lago —dijo la niña, con los ojos brillando de emoción.
—¿Una leyenda? —preguntó Amadeo, un poco asustado—. ¿Qué tipo de leyenda?
—Vamos a descubrirlo —dijo Maribel, con una sonrisa—. Mi abuela me contó historias sobre este lugar. Seguro que encontraremos algo interesante.
Los amigos decidieron seguir las pistas del diario. Primero, fueron al bosque antiguo. Mientras caminaban, encontraron un mapa en una roca. Adrián lo estudió atentamente.
—El mapa nos lleva a una cueva secreta —dijo Adrián.
Amadeo, que tenía miedo a la oscuridad, tomó aire y dijo:
—Voy a ser valiente. ¡Vamos a la cueva!
En la cueva, encontraron un rompecabezas de piedras. Emma observó los símbolos y comenzó a mover las piedras.
—Creo que estos símbolos cuentan una historia —dijo Emma—. Si los alineamos correctamente, descubriremos algo.
Con la ayuda de todos, finalmente resolvieron el rompecabezas. De repente, el suelo se abrió y reveló un cofre. Maribel lo abrió con cuidado y dentro encontró una carta antigua.
—Esta carta es de mi antepasado —dijo Maribel, emocionada—. Explica cómo la leyenda del lago habla sobre la unidad y el coraje de la gente que vivía aquí.
Adrián, Emma, Maribel y Amadeo sintieron una gran alegría. Habían descubierto la verdad sobre el lago y su historia.
—Tenemos que contarle a todos sobre esto —dijo Adrián—. Pero debemos hacerlo con respeto.
—Podemos hacer un pequeño museo en el campamento —sugirió Emma—. Así, todos podrán conocer la historia.
Los amigos pasaron el resto del verano construyendo el museo. Cuando llegó el momento de irse, prometieron regresar cada año para mantener viva la historia del Lago Azul.
—Este ha sido el mejor verano de mi vida —dijo Amadeo, sonriendo.
—Para mí también —respondieron Adrián, Emma y Maribel al unísono.
Y así, con el corazón lleno de alegría y nuevos conocimientos, los amigos se despidieron del campamento, sabiendo que siempre tendrían un lugar especial al que regresar cada verano.