En la casa del Señor González habitaban muchos animales. Al Señor González le encantaba estar rodeado de sus mascotas. Tenía un gato, un perro, un conejo, dos cobayas, tres periquitos, una tortuga, una ardilla y dos peces.
Cada uno de ellos tenía una forma de ser diferente. El perro era un gran deportista y le encantaba hacer ejercicios para fortalecer sus patas. Lo que más le gustaba era atrapar discos de colores y palos de madera. Recorría varias veces al día todas las zonas de la casa y era el jefe de todos los animales, porque llevaba mucho más tiempo que el resto conviviendo con el Señor González.
El conejo se llamaba Blanquito. Era el más presumido. El conejito pasaba el día peinándose los pelos del cuerpo para estar muy suave y sedoso. Apenas hablaba con nadie hasta que no acababa su sesión de belleza de tres horas todos los días. A Blanquito no le gustaba correr. Lo que más esperaba es que, al acabar el día, su dueño lo cogiera en brazos y le acariciara el lomo mientras este veía la televisión.
Las cobayas se llamaban Pim y Pam, y eran queridas en la casa porque eran las más simpáticas. Pasaban el día contando chistes, inventándose adivinanzas y gastando bromas a los demás. Estaban todo el día juntas y, aunque las dejaban salir poco de su jaula, muchos de los animales iban a visitarlas a la cocina por lo menos una vez al día donde estaban. Cuando salían a pasear una o dos horas al día no se separaban, porque se querían mucho y disfrutaban una de la otra de ser hermanas.
Los periquitos eran llamados Los Tres Tenores, porque pasaban el día cantando. Uno cantaba por la mañana, otro por la tarde y otro por la noche y en varios momentos del día, cantaban una canción entre los tres. Eran los que menos se relacionaban con el resto, porque presumían de ser más inteligentes y más bonitos por tener alegres y diferentes colores en su plumaje.
La tortuga Sally era conocida por ser el animal más sabio. Cuando alguno tenía algún problema solía hablarlo con ella, que desde su charca escuchaba a todo el mundo y daba buenos consejos. El Señor González la visitaba una vez al día, le llevaba unas frescas hojas de lechuga y procuraba que tuviera el agua limpia y transparente.
La ardilla Chop era conocida por ser la más rápida. Pasaba el día entrenándose en su rueda, competía con las cobayas Pim y Pam y nunca perdía. Era muy inteligente y acertaba casi todas las bromas que sus amigas le planteaban a diario.
Los peces Ramón y Romi vivían en un estupendo acuario lleno de corales y piedras de colores, se dedicaban a bucear y eran los nadadores por excelencia ¿Quién si no?
Ya no nos quedaba por presentar a nadie ¿O sí?
No os he presentado al gato. El gato Toni, más conocido por ser el gato lector. Pasaba el día leyendo y apenas quería hablar con nadie porque consideraba que nadie le iba a aportar mucho más de lo que le aportaba un libro. El resto de animales no entendía eso y no querían hablar con él, ¿Para qué podía servir conocer las letras y los números?
Así entre todos pasaban los días. Pero cuando llegó de nuevo el invierno el Señor González empezó a cambiar y a volverse muy triste. Todos los animales decidían animarlo.
Primero lo intentaba el perro con sus exhibiciones deportivas. Después lo intentaba Blanquito acercándose y mostrando su fantástico pelaje pero no había resultado. Después Pim y Pam y la ardilla Chop gastaron bromas e hicieron una carrera delante de él un buen rato, pero el Señor González ni miraba para ellas. La tortuga Sally, al igual que Ramón y Romi, estaban preocupadas porque no podían salir de donde estaban y su cuidador apenas las visitaba.
El perro decidió entonces que tendrían que hablar con el gato Toni. En cuanto este se dio cuenta de lo que pasaba decidió seleccionar su mejor cuento e ir a contárselo al Señor González. En cuanto el gato lector empezó a leer el primer capítulo notaron como su dueño empezaba a prestar atención y a medida que el gato leía el rostro del señor se iba relajando. Cuando el gato Toni acabó de leer el Señor González no podía parar de sonreír. Cogió al gato y lo acarició y después más animado fue a visitar a la tortuga Sally y a los peces y nunca más volvió a estar triste.
A partir de este día los animales trataron con mucho prestigio al gato lector Toni y entendieron el valor de los cuentos.