—¡Vamos a explorar el bosque! —dijo SofÃa.
—No, que es peligroso —dijo Martina.
—¡Cobardica, cobardica! —canturreó SofÃa mientras se iba corriendo al bosque.
—¿Dónde vas? —gritó Martina. Pero ya era demasiado tarde. Su hermana SofÃa ya no estaba a la vista.
Un poco preocupada, Martina fue en busca de SofÃa.
—¿Cómo ha podido irse tan rápido?
Tras un rato buscando, Martina se acercó al gran árbol hueco que habÃa cerca del rÃo. Allà la habÃa encontrado más de una vez.
Pero cuando llegó, SofÃa no estaba allÃ. Aunque algo sà que habÃa.
—¡Vaya! ¿Qué será esto? Parece la lámpara de Aladino.
Martina cogió aquella lámpara antigua y polvorienta y empezó a frotarla, como en el cuento.
Y apareció el genio.
—Te concedo dos deseos.
—¿No eran tres?
—Normalmente sÃ, pero a mà solo me dejan conceder dos, porque andamos escasos de magia en el gremio de los genios.
Martina se emocionó mucho y, tras pensar durante unos minutos, pidió su primer deseo:
—Deseo encontrar a mi hermana sana y salva.
De repente, una luz mágica iluminó el hueco del gran árbol y SofÃa apareció a su lado.
Las dos hermanas se abrazaron muy contentas y decidieron explorar juntas el bosque.
Enseguida se encontraron con un hada, que les pidió que le ayudaran a resolver un acertijo para poder volver a casa.
—Le pediré al genio que te ayude —dijo Martina.
—No te quedan más deseos, recuérdalo —le dijo el genio.
—Ya lo sé, pero no voy a dejar a esta hada aquà tirada —dijo Martina.
El genio obedeció y resolvió el acertijo.
—Gracias, Martina —dijo el hada—. En agradecimiento por tu generosidad, yo misma te concederé un tercer deseo.
Martina se lo pensó un poco y dijo:
—Deseo que los genios tengan suficiente magia para conceder tres deseos a partir de ahora.
—Deseo concedido —dijo el hada.
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€”Gracias, Martina —dijo el genio—. Ahora ya puedo concederte tu tercer deseo.
—¿Ah, s� ¡Qué suerte! —dijo Martina.
—Es lo menos que puede hacer, después de lo bien que te has portado conmigo siendo tan generosa —dijo el genio.
—Vale, pues este es mi deseo: quiero una gran tarta de chocolate para compartir con todos mis amigos —dijo Martina.
El genio, relamiéndose los labios —porque era muy goloso— dijo:
—Te voy a regalar una tarta mágica: cuantos más la disfruten, más grande se hará.
Menos mal que pusieron la tarta en un claro del bosque, porque se hizo tan grande que hubiera sido imposible meterla en ninguna parte.