Elvira vivía en un pueblecito del norte de España. Vivía muy feliz, puesto que su casa no era una casa cualquiera. Era un hotel rural donde acudía a dormir gente de todo el mundo. Sus papas eran los dueños y, muy contentos, limpiaban la enorme casa, preparaban los desayunos y enseñaban el pueblo a todos sus visitantes. Su casa, además, tenía magia. Era conocida porque aparecía en ocasiones un habitante muy especial, tan especial que ni siquiera toda la gente que se hospedaba allí lograba verla. Ese misterioso ser era un… ¡hada!
Esta hada comenzó a estar en su casa desde un día que la abuela Maravillas se encontró con ella. Se le apareció, según cuenta la leyenda, una pequeña hada entre las secuoyas del bosque que está al lado de la finca. Elvira, por aquel entonces, ni siquiera había nacido. La abuela Maravillas estaba muy triste ese día, porque no había logrado encontrar algo en lo que trabajar y sentada en una roca sollozaba, Estaba en silencio hasta que notó una campana que sonaba cerca de su oído.
La abuela contó que miró para todos los lados hasta que posada en un hueco del tronco de una secuoya se encontró a una pequeña hada, de pelo rubio, con pequeñas alas, con purpurina en su cara y con un pequeño vestido azul. Sorprendida, la abuela Maravillas se levantó de la roca y el hada le dijo:
-Te voy a limpiar las lágrimas. A las hadas no nos gusta que nadie llore. Si quieres tu intentas estar más alegre y yo te protegeré para siempre. Cada hada tiene un protegido. Yo soy muy joven y todavía no tengo ninguno.
La abuela no sabía qué estaba sucediendo, pero sonrío mientras intentó coger al hada en su mano, la pequeña se posó en su hombro y le dijo:
-Enséñame dónde vives y así podré bendecir tu casa.
La abuela Maravillas nos contó que caminó despacio por miedo a que el hada se cayera y entró en la casa donde mi padre y el abuelo Antonio vivían. Ellos que estaban dentro se quedaron mirando por el extraño fenómeno que acompañaba a la abuela.
El hada saltó del hombro volando. Los tres la vieron y ella lleno el salón de un tornado de estrellas. Cuando acabó su magia, los miró y les dijo:
-A partir de ahora estaréis protegidos para siempre, pero debéis de compartir la suerte y por ello debéis de tener presente que mucha gente tiene que pasar por vuestra casa para que si están tristes puedan cambiar su ánimo y no solo vivir aquí vosotros.
A partir de ahí mis abuelos crearon un hotel rural y mi padre para mantener la suerte ha seguido con todo ello. La verdad que nunca nos ha faltado de nada y Elvira reconoce que es muy feliz y sabe que el hada de la secuoya aparecerá para volver la alegría a todo aquel que pase por el hotel y se encuentre triste.
Por eso Elvira os cuenta su historia, para que todo aquel que quiera ser más feliz visite su casa.