Hace mucho tiempo, en un país muy lejano, vivían un montón de dragones de muchos colores y tamaños. Los había verdes, amarillos, rosas y hasta azules y cada uno de ellos sabía hacer algo especial.
Uno de ellos volaba tan alto que llegaba hasta las estrellas. Otro era tan fuerte que podía llevar a un montón de dragoncitos a la escuela como si de un autobús se tratase. Otro era tan inteligente que siempre enseñaba a todos los dragones muchísimas cosas interesantes. Todos se sentían muy orgullosos de sus cualidades, bueno, todos menos uno.
Se llamaba Zuzu y era un dragón verde de un tamaño gigante, con una cresta puntiaguda que le recorría toda la espalda y cuya cualidad era escupir fuego.
Al principio a todos les gustaba que Zuzu echara fuego por la boca cuando se lo pedían, pero llegó un momento en que Zuzu dejó de controlarlo y empezó a echar fuego a todas horas, quemando todo lo que se ponía por delante.
- ¿Qué voy a hacer? Si no vuelvo a controlar mi fuego, acabaré quedándome solo y sin amigos. Soy un peligro...– se lamentaba
El tiempo pasaba y Zuzu cada vez estaba más preocupado y, en vez de intentar encontrar una solución, lo único que hacía era estar cada vez más triste en su cueva, de la que ya no quería salir.
Un día que llovía mucho, Zuzu aprovechó para dar un paseo. Si escupía fuego la lluvia lo apagaría, de modo que no haría daño a nadie.
Cuando menos lo esperaba, una dragona de color morado muy bella se acercó a él y le dijo:
- ¡Hola! ¿Te gustaría pasear conmigo?
¡Zuzu no daba crédito! Hacía tanto tiempo que nadie se acercaba a hablar con él que se quedó sin palabras y, además, ¡se puso colorado como un tomate! Al final, acabó aceptando y fue con ella.
- Y tu Zuzu, ¿qué cualidad tienes? – le preguntó la dragona
- Me da mucha vergüenza decírtelo porque seguro que si lo hago me tendrás miedo como los demás…
La dragona insistió, pero Zuzu no se atrevía a contarle cuál era su cualidad hasta que, por un descuido, Zuzu escupió un montón de fuego y casi quema a la dragona.
- ¡Perdóname! ¡Casi te quemo! ¡Lo siento mucho, debería habértelo contado para no ponerte en peligro!
Pero la dragona, en lugar de enfadarse, empezó a reír a carcajadas:
- ¡Jajajajajajajaajaja! ¡No te preocupes! ¡A mi no me quemarás nunca!
Zuzu no entendía nada y con cara de sorpresa le pidió que se lo exp
licara.
- Yo también tengo una cualidad que no controlo mucho y que a los demás no les gusta porque, sin quererlo ni beberlo, escupo tanta agua que pongo a todo el mundo empapado.
Zuzu se dio cuenta de que no era el único con una cualidad tan diferente al resto y gracias a la dragona se dio cuenta de que todo tiene una parte positiva.
Zuzu y la dragona se convirtieron en la pareja perfecta. Cuando Zuzu escupía demasiado fuego, la dragona estaba a su lado para escupir tanta agua como para apagar el fuego antes de quemar a nada y a nadie. Así, Zuzu pudo acercarse de nuevo a los demás sin que nadie tuviera miedo de él.
Además, la dragona le enseñó que con esfuerzo y trabajo las cosas siempre pueden conseguir y, poco a poco, Zuzu consiguió controlar su cualidad de escupir fuego.