El hospital de las historias rotas
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El hospital de las historias rotas

Edades:
A partir de 4 años
El hospital de las historias rotas Había una vez un hospital al que no acudían personas, ni animales. En este hospital se curaban historias rotas.

Al hospital de las historias rotas acudían decenas de cuentos y relatos todos los días, esperando que alguien las arreglara. Pero muchas se marchaban de allí al ver que no había médicos.

Otras historias estaban tan desesperadas que se quedaban, con la esperanza de que alguien las arreglara.

En la puerta del hospital había una niña y un niño que recibían a los enfermos:

—¿Cuál es tu problema? —preguntaban los niños.

—No tengo final —decían algunas historias.

—No te preocupes, te llevaremos a ver al doctor Finalista, nuestro escritor especialista en finales estupendos —decían los niños.

Otros tenían diferentes problemas.

—Mi problema es que mis lectores se aburren, porque mi cuento no cuenta nada, aunque tiene bellas palabras —decían otros.

—No te preocupes, te llevaré a ver al doctor Conflictivo, nuestro escritor especialista en historias interesantes —decían los niños.

—Mi problema es que mis personajes son muy sosos —decían otros libros.

A esos los niños les llevaban a ver al doctor Saladón, el escritor especialista en crear personajes llenos de gracia y salero.

—Mi problema es que mis primeras frases son muy aburridas —decían otros.

A esos los niños les llevaban a ver al doctor Comezón, el escritor especialista en escribir comienzos que atrapaban a cualquier lector.

Pero un día llegó un cuento roto de verdad. Tenía las hojas medio arrancadas, sucias y arrugadas.

—¡Oh! —exclamaron todos en el hospital de las historias rotas.

—¡Esto es una urgencia! —gritaron los niños.

Los primeros en acudir fueron los enfermeros lectores. Con mucho mimo, pegaron y estiraron las páginas, eliminaron las manchas que pudieron y calmaron al libro enfermo, que lloraba de rabia. Pero no pudieron hacer nada por las letras que se habían borrado.

Cuando acabaron, llamaron al escritor de urgencias.

—Yo me ocuparé de ver qué se puede hacer —dijo el escritor.

El escritor leyó las páginas del libro, pero descubrió que no solo faltaban palabras, sino páginas enteras también.

—¿Qué te ha pasado? —pregunto el escritor al pobre libro.

—Mi historia era tan triste que mi último lector se enfadó y me estropeó —lloró el libro roto.

—¿Quieres que convierta tu historia en una historia alegre? —dijo el escritor.

—Mi historia es la que es —dijo el libro—. En la vida pasan cosas tristes, ¿por qué no iban a pasar también en los cuentos?

El hospital de las historias rotas—Tienes razón —dijo el escritor—. Arreglaré tu historia, aunque tendré que inventarme un final y algunas partes, porque no sé que ponía aquí.

—Gracias, señor escritor —dijo el cuento.

Cuando el escritor de urgencias acabó con el cuento, todos en el hospital pasaron a ver al pobre libro roto.

—Tu historia es muy triste, pero me ayuda a entender la vida —decían unos.

— Tu historia es muy triste, pero me ayuda a saber que hay esperanza —decían otros.

—Tu historia es muy triste, pero me ayuda a mirar más allá de las apariencias —decían algunos.

Pero a ninguno le dejó indiferente.


Y así, el cuento roto se recuperó y volvió a viajar por el mundo. Así que, si en alguna ocasión te encuentras una historia triste, acuérdate que, incluso esas historias también merecen la pena.
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