A Rubén le encantaba leer. Tenía un montón de cuentos y de libros, aunque
había uno que le gustaba especialmente porque se lo habían regalado sus abuelitos.
Su hermana Paula, a la que todo el mundo llamaba Pau, era muy desordenada. Siempre lo perdía todo y no tenía ningún cuidado con las cosas, ni con las suyas ni con las de los demás.
- ¿Alguien ha visto mi mochila? ¡No se dónde está! – preguntaba.
- ¿Ya la has perdido? ¡Siempre igual hija! – le regañaba su madre.
Rubén era todo lo contrario. Tenía sus cosas muy ordenadas y siempre las cuidaba. Y si alguien se las cogía, se daba cuenta al momento.
- ¿Quién ha jugado con mis muñecos? ¡Están muy desordenados! – preguntaba.
Pero Pau se hacía la loca y no le daba importancia a ese desorden.
Un día, Pau estaba con sus amigas jugando en casa y cogieron los libros de Rubén. Estuvieron toda la tarde con los libros para arriba y para abajo, hasta que las amigas de Pau se fueron.
- Pau, ¡recoge todo y ponlo en su sitio! ¡Vamos a cenar! – le dijo su madre.
Pero Pau, que era tan desastre, lo cogió todo y lo metió donde pudo.
Al día siguiente, Rubén estaba como loco dando vueltas por casa.
- ¿Qué te pasa Rubén? – le preguntó su madre.
- ¡No encuentro mi libro preferido! ¡Y mis cosas no están en su sitio! – le respondió Rubén muy disgustado.
Los dos buscaron por todos lados y no hubo manera de encontrar el libro.
Cuando Pau llegó a casa, les esperaba una buena regañina:
- Pau, ¿Dónde está el libro preferido de tu hermano? ¡Jugaste el otro día con sus cosas y no las dejaste como debías! ¡Búscalo inmediatamente! – le regañaba su madre.
Pau buscó y buscó, pero como era tan desordenada no tenía ni idea de qué había hecho con el libro.
Mientras tanto, Rubén estaba súper triste. No tenía ganas de jugar ni de hacer nada. Sólo quería recuperar su libro.
P
au se dio cuenta de que su hermano estaba muy triste por su culpa y se sintió muy culpable. Mientras buscaba por todos lados, pensaba:
- ¡Soy un desastre! Tengo que aprender a ser más ordenada y cuidadosa…y como no encuentre el libro de Rubén no me lo perdonará nunca.
Pero por fin apareció el libro y, cuando Pau se lo dio a Rubén, le prometió que jamás volvería a coger sus cosas sin su permiso y que cuando lo hiciese sería a ser mucho más ordenada.
Rubén perdonó a su hermana y no tuvo inconveniente en que cogiera sus libros siempre que quisiera. Pau por su parte, tuvo que hacer un gran esfuerzo por aprender a ser ordenada, pero poco a poco, lo consiguió.