El lobo enfermo
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El lobo enfermo

Edades:
A partir de 6 años
Valores:
El lobo enfermo Había una vez un lobo que ya no podía cazar. Los años le pasaban factura, y ya no estaba para salir corriendo. Sin embargo, seguía siendo astuto e inteligente, así que ideó un plan.

Cerca de dónde vivía había una pequeña cabaña abandonaba. Corría el rumor de que, mucho tiempo atrás, uno de su especie había intentado comerse a una anciana y a su nieta, pero el plan le había salido mal y acabó con la barriga abierta a manos de un cazador que pasaba por allí.

El lobo pensó que aquella cabaña podría ser un buen lugar para poner en marcha su plan. Y no se equivocó. La casita estaba llena de polvo y telarañas, pero el lobo no tardó mucho en limpiarla y dejarla como nueva. En los armarios encontró ropa de aquella abuelita, que resultaron perfectas para rematar su puesta en escena.

Y así, el lobo, disfrazado de ancianita y acostado en la cama, empezó a sollozar:

-Oh, pobre de mí. Estoy sola y enferma. Oh, pobre de mí. ¿Quién me cuidará? ¿Quién me dará de comer?

Muchos animales se acercaron al oír aquellos lamentos. Y cuando algún animalito entraba a ver cómo podía ayudar, el lobo gritaba.

-¡La merienda!

Y se comía al visitante.

Un día, pasó por allí un cazador, y escuchó los lamentos que salían de la casa. Al hombre le extrañó que la puerta estuviera abierta. Observó a su alrededor. Había algo que no cuadraba, pero ¿qué era?

Con sigilo, el cazador entró en la casa y dijo:

-Hola, vengo a ayudar. ¿Está usted bien?

El lobo enseguida reconoció la voz del humano.

-A este será más difícil engañarlo -pensó el lobo.

Y metiéndose debajo de las sábanas, el lobo dijo:

-No se preocupe y váyase. Todo está bien.

-¿Seguro? -dijo el cazador.

-Sí, váyase -dijo el lobo.

El cazador se marchó, pero, según salía, se dio cuenta de qué era lo que no le cuadraba. Había muchas huellas de animales que entraban en la casa. Pero no había ninguna huella en la dirección contraria.

-Aquí entran muchos animales por su propio pie, pero no sale ninguno -dijo el cazador-. Tengo que ayudar a la persona que está encerrada. Esto es un secuestro y no va a acabar bien.

El lobo enfermoHaciendo acopio de todo el valor que pudo reunir, el cazador entró en la habitación y tiró de las sábanas para rescatar a…

-¡Un lobo! ¿En serio? -exclamó el cazador.

El lobo estaba temblando de miedo.

-No me hagas daño, por favor -dijo el pobre animal-. Soy un depredador y tengo que comer. Pero soy ya un anciano y… bueno, ya no es tan fácil.

El cazador, al verlo tan desvalido, decidió ayudarlo.

-Te voy a llevar con unos amigos míos que te ayudarán -dijo el cazador-. Te darán de comer y te cuidarán, y podrás campar a tus anchas al aire libre.

Así fue como el lobo acabó en una gran reserva natural donde había más lobos y donde le cuidaron hasta el final de sus días.
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